Un disco de necesaria atención y un songwriter en proceso similar: Gregory Harrison | GR76


No hablamos de enormes producciones ni rimbombantes orquestaciones; acaso de íntimos e intensos ambientes, de cosquillas en el estómago, de escalofríos en la médula espinal, de esas sensaciones de paz interior cuando escuchas una canción. De viajes metafísicos a través del tiempo y el espacio, de música estrechamente ligada a la poesía, de poesía recitada bajo el amparo musical. Hablamos de Gregory Harrison, un tipo que merece muy mucho la pena escuchar, un tipo que tiene muchas cosas por decir. Y dirá. Si no, al tiempo; el tiempo, un sino de casualidades y empeños, un dominio contable e incontable, consejero e inquisidor a la vez. Y una de esas casualidades que de cuando en cuando llaman a la puerta nos puso sobre la pista de este rubicundo bohemio de aspecto bonachón, e inmediatamente navegamos por ese inmenso océano binario en busca de información que saciara en parte la sed producida al escuchar “The Belvadere Inn”, una tarjeta de presentación que dudamos pierda alguna vez esa consideración.

Por regla general, esa condición permanece en casi todos los casos que podemos recordar. La primera canción que escuchamos de Willy de Ville… la primera canción de Tom Waits… de los Dogs D’amour, de los magníficos I Can Lick Any Son Of A Bitch In The House… o de cualquier artista que admiras desde esa primera toma de contacto. Pues en el cancionero de Gregory Harrison encontramos ciertas similitudes con alguno de los citados (siempre hay que buscar en el interior y no establecer prosaicas relaciones) y otros muchos que no citaremos, pues la lista puede ser muy extensa y seguramente cometamos alguna injusticia al olvidar a fulano, mengano o zutano, algún individuo con quien compartamos misma procedencia u otros dispersados allende los mares. De este barbado cantautor nos atrajo su seductora y potente voz, su enorme capacidad de abstracción. Nos atrajo, pese a que alguien opine lo contrario, el carácter de una guitarra que inmortaliza el blues, y esa es una de las máximas que uno mantiene cuando escucha una canción. El blues está presente en la música contemporánea, en cualquiera de las disciplinas que podemos imaginar, y el blues, bajo un aparente corte más próximo al pop, subyace en esta sucesión de animadas viñetas. Está presente en la instrumental “Fionn” o en la palpitante “Fever”, está presente en las cantinas, garitos o tabernáculos que este tío recorre y ameniza con su guitarra, en su atril repleto de historias de confesiones, ángeles, demonios, esperanzas y desvelos. El blues está vivo en “Baby Baby”, “I’m Just Asking” o “Low” siguiendo su infatigable camino, descubriendo nuevos ramales y nuevas expresiones como las ofrecidas por Gregory Harrison en este trabajo que fuera presentado hace un mes. Busca datos, busca referencias y encontrarás su guarida, hallarás un maná de amarguras y dulzuras. Atinarás.

Gregory Harrison “109”
1.Fever
2.Baby Baby
3.I’m Just Asking
4.Fionn
5.109
6.The Belvadere Inn
7.Low
8.Dartmoor (TAPE)

Letras de Gregory Harrison y Douglas Harrison
Gregory Harrison: voz, guitarra, violín y violonchelo
Pip Orchard: bajo, armónica y coros
Mimi Bishop: voz

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