Sábado 20 de febrero de 2021 en Sala Santana 27, Bilbao

El pasado sábado nos dirigimos a la Sala Santana 27 dispuestos a disfrutar una vez más con los bizkainos Los Brazos, pero pese a repetir plaza y banda, lo podríamos considerar como una primera vez, ya que nunca habíamos tenido la oportunidad de seguir el show de los chicos desde una óptica digamos pasiva, inalterable. O sea, sentados, que no quietos, porque la prueba tenía su intríngulis dada la naturaleza del desafío. No se trataba, sin embargo, de un hecho desconocido por ambas partes, pues nosotros hemos podido disfrutar de alguna que otra función de similares características durante este obstinado y desafiante varapalo que nos ha tocado y seguirá tocando padecer, y por su parte habían podido salir al escenario un par de veces bajo las medidas vigentes. Una en tierras castellanas, en la sala Porta Caeli (Valladolid) concretamente y, la restante en el mismo Fever, el espacio central de la sala bilbaína donde compartieron velada con The Cherry Boopers y The Allnighters en una velada organizada por la agencia bilbaína HeyHeyMyMy. En esta ocasión la organización corría a cargo de la iniciativa institucional Beste Bat!, el espacio era el mismo, la sesión era vespertina y ellos, los únicos oficiantes.

¿Seguiría todo igual o al menos parecido? La jarana y algarabía del personal variaría sustancialmente, era predecible, pero, ¿seguiría el abrasador ritmo que imprimen desde el inicio? ¿Habría tiempo para momentáneas treguas destinadas al romanticismo, al respiro o la reflexión sabiendo que el concierto no se podía demorar del horario establecido? Nos faltan dedos en pies y manos para enumerar uno por uno los motivos que nos aconsejaban ir, y gran parte de esos motivos serían compartidos por las cerca de ciento cuarenta personas (diez arriba, veinte abajo) congregadas. Ahora, otro de los grandes alicientes correspondía a las nuevas canciones anunciadas con anterioridad por parte de la banda, siendo este punto una de las incógnitas mejor despejadas, porque la sensación producida fue bastante positiva. Sabíamos de antemano que esa novedad se encuentra en stanby por mor de la peliaguda situación que… ponga usted los epítetos que le apetezca, a uno le empieza a entra pereza porque hemos utilizado demasiada palabrería y multitud de silogismos para referirnos a la insufrible actualidad. Mejor dejemos el monotema. Punto y aparte.

Por lo visto y escuchado, esas nuevas canciones, aun manteniendo hechuras dominadas, varían un tanto en fisonomía ampliando su radio de acción. Su floreciente y acostumbrado rock americano se ve en cierta manera fortalecido por nuevas líneas y arreglos que reflejan la experiencia acumulada en una década de discos, conciertos, giras permanentes y un objetivo común: Los Brazos, el fervor, la confianza, el compañerismo de tres tíos contagiado a miles de personas, el rock’n’roll que preside todas sus funciones en forma de logotipo, el rock’n’roll que repica en “Juice” o destroza gargantas y caderas en “Say My Name”, la encargada de dar por concluida la hora y media que William, Txemi y Kokino estuvieron sobre el escenario. Ente los frecuentes speeches de William, las cabriolas frontales en pareja junto a Txemi, los precisos repasos a su trayectoria,las nuevas cartas sobre el tapete, las aplaudidas adaptaciones (la funky “Higher Ground” de Stevie Wonder más la artífice de esta historia, “Broke Down On The Brazos” de Gov’t Mule) y las referencias hacia el baterista, «¡Alberto Chamorro a la batería, esto no pasa todos los días!», se esfumaron los minutos en un santiamén, cosa que suele suceder delante de Los Brazos, por cierto.

Se escapan, pero los degustas en todas sus variantes. Degustas el redundante boogie de “Boogie”, el dinámico country de “The Rain”, la desaforada alegría de “What Should I’ve Done”, el profundo blues de “One More Chance”, una de las debutantes (al menos para nosotros) de la sesión o imaginas la trascendencia que en breve obtendrá “Tear Of The Sun”, otra de nuevo cuño que arrancó una fuerte ovación. No podía faltar “Magic”, canción con un par de cuestiones a tener en cuenta. La principal, que sus royalties van destinados al estudio del cáncer infantil, así que ya sabe usted lo que en estos momentos debería hacer. El enlace queda aquí. La segunda, que podríamos considerar su interpretación en directo como uno de esos momentos tildados fetiche ya que, aparte de contar regularmente con un nutrido y armonizado orfeón, la emoción suele ser norma habitual y el enfoque diferente al de la versión grabada en estudio. En definitiva, un concierto de Los Brazos es un constante tobogán de sentimientos, buenas vibraciones y moderados síncopes pese a permanecer sentados (repetimos, nunca quietos, eso ni se contempla cuando “Not My Kind” obliga a corear sin descanso o cuando “The Rain” precisa que los pies se muevan al compás); y a medida que van pasando los meses o años, no abandonan el swing de los primeros días mostrándose transparentes, mostrándose cercanos, mostrando más ingredientes por añadir a su compacto rock’n’roll como “Not A Crime” o “They Don’t Care” (o algo similar), títulos que tienen almacenados a expensas de un futuro más magnánimo, menos hostil. Sí, a pesar de los pesares, las sillas y los bozales, disfrutamos de la merienda y por supuesto, con Kokino, Txemi y William, los tres integrantes de Los Brazos.