The power of blues: James Room & Weird Antiqua unen fuerzas con Luke Winslow-King y su banda en una reveladora velada | GR76


Viernes 6 de septiembre de 2019 en Kafe Antzokia, Bilbao

Después del verano y las convenientes compras del curso diecinueve veinte, el viernes noche acudimos a nuestro particular acto de presentación de la nueva campaña. Había repetidores, caras nuevas y en su mayoría caras conocidas. Se percibía cierta ansiedad en el ambiente y había hasta algún vecino francés. Tal vez no éramos todos los que somos, pero como se suele decir en estos casos somos los que estábamos, o estábamos los que somos, o somos los que somos, o estábamos los que estábamos… Un lío esto del refranero, oiga. Dejémoslo en que disfrutamos de una calurosa recepción no sólo por James Room & Weird Antiqua y Luke Winslow-King y su banda, a la sazón encargados de dar la bienvenida, sino por la sauna en la que se convirtió la sala. Calor, humedad, sudor, emoción, éxtasis, bailoteo, melancolía, ímpetu y blues, divino y reparador blues. La mejor receta para aprovechar los últimos coletazos de la época veraniega y orientar la psiquis en la metamorfosis otoñal con el poder sanador del blues, porque blues is blood, amigos. Sí, recurrimos demasiado a esa coletilla, pero así es; para uno es la balanza que regula el santificado rocknroll y seguirá siendo la genuina semilla de una música contemporánea que es tan clásica como la sinfónica. ¿Elegimos nosotros la música o es ella quien nos elige? ¿Seleccionamos nuestras amistades o son ellas quienes nos distinguen? Eterno debate. Preguntas, dudas, conjeturas o misterios. Eso es “Fear”, y esa fue la explosiva introducción de James Room & Weird Antiqua seguida por “Wid Mare”, el tándem inicial de una doble función con suficiente enjundia como para provocar tormentas y tempestades, pues los oficiantes se mueven como pez en el agua en aguas turbulentas o en océanos infinitos y conocen el secreto de los doce compases. Tal vez para algunos oídos no sea conceptualmente el blues más estricto, pero el blues es tan generoso en su naturaleza que admite gran cantidad de perfiles y otro ingente muestrario de variantes, y con esos parámetros y por ambas formaciones la velada prosiguió. Las constantes muestras de fortaleza del bilbaíno (“Cheshire Moon”, “No Trust/Run For Your Life” o el frenético “Honest Man Blues”) obtuvieron la correspondiente respuesta de una audiencia perpleja ante la enorme capacidad de absorción de una banda con nuevos ánimos y el mismo espíritu de antaño, y la reciente filiación de Asier Gallego se va acoplando a Indigo, Gabo y James. Su apetito y juventud unidos a la facultad de sus nuevos compañeros será con toda seguridad una buena sociedad. Su actuación se fue desarrollando como de costumbre, con temperamento, gracejo, composiciones propias como “Sometimes”, ajenas como “Chocolate Jesus” (Waits), aplausos y una consistente diversidad de métricas hasta que llegó un pequeño receso y el caballero apareció en solitario con su acústica. Momento de recuerdo. Momento de nostalgia. Momento de perdón y agradecimiento personal interpretando en solitario de “No More Roses”. Momento de escalofrío y nudo en la garganta general, preludio al apoteósico final de “Trust Nobody Blues”. El delta de la ría, los aires de Louisiana en la desembocadura del Golfo de Bizkaia.

La posterior actuación de Luke Winslow-King, a quien no hemos visto tantas veces como a los anfitriones del convite (no obstante podemos atestiguar unas pocas), siguió por parecidos derroteros, y seguramente hubo quienes acabaran derrotados por la calidad de un setlist de dos horas de duración que tuvo diversos intervalos, pero en su conjunto podríamos valorar con nota alta. Durante el cambio de backline unos cuantos espectadores salieron a visitar los excusados, respirar un poco de aire fresco o apurar algún cigarrillo y casi con toda seguridad “Blue Mesa” pillara a contrapié a más de uno, porque la transformación se realizó en un pis-pas, y posteriormente en “You Got Mine” con aquellos rezagados ya en sus puestos, siguió el recital del señor Roberto Luti con el slide, un tipo poco expresivo quizás, sin embargo todos esos insignificantes dictámenes los suple con su incuestionable maestría a la guitarra. El tío concentra las miradas y tiene tanto carisma como Luke, que por su parte tampoco es manco con las seis cuerdas y mucho menos con las vocales, aparte de saber manejar perfectamente la situación azuzando y bajando al patio para mezclarse con el público, mover las caderas de vez en cuando sonriendo en todo momento y permitiendo a sus compañeros cotas de protagonismo que merecedores son de ello, porque Chris Davis a la batería, Randall Moore en las percusiones y Christian Carpenter en el bajo y coros demostraron ser un complemento fundamental en esta etapa. Tras un inicio arrollador centrado en su última referencia, comienza el repaso por su trayectoria, y para ello nada mejor que “On My Way”, título perfecto para realizar esta revisión demostrando carácter y conseguir que los asistentes siguiéramos embelesados con la carcomida strato del señor Luti, los slides, los salmos, los arrumacos, los suspiros, el shuffle, las argucias, picardías y las constantes exaltaciones del personal, que tras taconear con cierta vehemencia “Everlasting Arms” coreó sin miramientos “Leghorn Women” a petición del afable señor Winslow-King. El blues sigue vigente y muy vivo con músicos de este nivel. Gente joven, por cierto. Gente que seguramente ha aprendido a amar la música con la colección de vinilos de sus progenitores y ha seguido profundizando a lo largo de los años en esta apasionante locura. Gente que al fin y al cabo lucha por alcanzar sus metas con una guitarra, unas canciones, un blues, un arrebato de pasión como “Swing That Thing”, un profundo estrépito como “I’m Glad Trouble Don’t Last Always” o un sensual swing como “You & Me” previo a una inmaculada ejecución acústica de “I Got Loaded” y la participativa despedida de “Thought I Heard You”. Todos deberíamos escuchar blues. Todos lo deberíamos amar, deberíamos reflexionar con su compañía, y aun sin dominar todavía la materia… ¿Elegimos el blues o nos elige el blues?

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