Dos días inolvidables, dos sensacionales madrugás en Frank Rock&Blues Festival | GR76


Viernes 17 y sábado 18 de agosto de 2018 en Auditorio Torres Oscuras, Torreperogil, Jaén

El azar, la curiosidad, la búsqueda o el destino fueron el embrión que con el paso de los años ha crecido hasta convertirse en un objetivo que por fin y al fin, tras varios intentos fallidos, hemos podido cristalizar: Frank Rock&Blues Festival, un festival que en su decimonovena edición ha confirmado nuestras sospechas y de alguna manera ha apuntalado nuestras creencias. Desde el minuto uno hasta el último suspiro hemos sido tratados extraordinariamente por la gente en este éxodo fugaz a Al-Andalus, empezando por los habitantes de Úbeda, donde nos hospedamos los dos días del festival. Recomendable, por cierto, como lo es sin duda alguna el motivo principal por el que recorrimos más de setecientos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta: Frank Rock&Blues Festival. Sí, ya lo habíamos dicho, pero seguiremos insistiendo, porque vale la pena el viaje. Merece la pena trasladarse y merece la pena pasear por las calles de Úbeda o Torreperogil, contemplar su historia, degustar su gastronomía, olvidar por unas horas el estrés de la urbe que dejamos atrás y charlar unos minutos con amables vecinos que recomiendan visitas, sugieren manjares, aconsejan cantinas, museos o salones (podría ser lo mismo), recuerdan su pasado y emplazan a otra visita futura. Y por supuesto merece la pena disfrutar en el Auditorio Torres Oscuras de sensacionales actuaciones de rock&roll y vibrar junto a gente desconocida pero afín en un encuentro del que sin duda alguna saldrás fortalecido. Son muchos los festivales que pululan en la actualidad, puede hasta resultar una oferta cuasi excesiva, pero siempre existirá un rinconcito singular entre tanta pluralidad, y nosotros tenemos la inmensa fortuna de haber coincidido con varias de esas organizaciones. Una de ellas es Frank Rock&Blues Festival.

Four Strings

Como ha quedado reflejado todo el fin de semana era especial, y esa exclusividad comenzaba en un desplazamiento a tierras jienenses organizado a última hora y a toda velocidad, pues una serie de asuntos parecían impedir de nuevo nuestra presencia en Torreperogil. Sin embargo, de nuevo aparece la providencia, logramos solventar esas cuestiones y los chicos de Last Fair Deal se prestan amablemente a cedernos asiento en la furgoneta, así que vaya desde aquí nuestra gratitud por tan generoso detalle. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, hacemos extensible el reconocimiento al equipo organizador con José Luis al frente, puesto que desde hace unos cuantos años han mantenido un trato cordial con GravelRoad76, y en las distancias cortas esa deferencia se ve incrementada, ya que una vez cruzado el umbral todo cobra sentido. Se percibe el compromiso. Se palpa fraternidad. Se aprecian los abrazos con los que somos recibidos y se comprende la longevidad del festival mientras presenciamos la prueba de sonido de la banda encargada de inaugurar la velada, Four Strings, y constatamos la razón de un horario para el que no estamos acostumbrados en la zona norte peninsular. Bueno, en realidad era una posibilidad que suponíamos, pero no hay nada como estar en el momento preciso y en apropiado lugar para entender el porqué. Había que comenzar con el ocaso en el horizonte, pues había que ser intrépido y hasta un tanto imprudente arrancar con el implacable lorenzo desde lo alto presidiendo. Tras esa primera toma de contacto, hora de un tentempié por los aledaños y unos necesarios minutos de relax, pues la jornada estaba resultando agitada y se prolongaría unas cuantas horas más. Anochece. En breves minutos estaremos crepitando, pero antes de ello vemos más caras conocidas y adivinamos recordadas siluetas. Ese es otro de los grandes alicientes del sarao. La reunión, el reencuentro. Rodeados de gente venida de diferentes puntos de la geografía, estamos en el lugar preciso y con intención similar: bailar, cantar, brincar, disfrutar y hasta sollozar si hace falta, ya fuera de emoción o debido a alguna serenata de esas que llega al corazón, que haberlas las hubo durante las dos jornadas. Con el peculiar cuarteto Four Strings sobre el escenario afloran las primeras muestras de alegría y hasta de asombro, pues sus artesanales instrumentos son fruto de más de un comentario o sugerencia para fotografiar guitarras confeccionadas con sartenes, braseros o latas de aceite, un pedal steel fabricado, al igual que el bajo, con madera de olivo, o la insólita maleta de viaje-bombo, ideados todos ellos por su guitarrista, el luthier Manolo Cano. Un set ameno, dinámico y contagioso donde hicieron gala de su humor y demostraron la conexión de su auto proclamado Agro-Sureño Blues con latitudes americanas, alternando obras propias (“Two Trains”, “Gambler Blues”) con célebres compases (“It Hurts Me To”, “Hound Dog”, “Crossroads”).

Last Fair Deal

Aplausos y enhorabuenas tras las que llega la tormenta, irrumpe “The Storm”; se presenta Last Fair Deal. Un trío del que hemos hablado unas pocas veces y que nos ha suministrado instantes inolvidables con estupendas actuaciones o con maravillosas melodías divididas en tres trabajos. Un impetuoso trío que sin complejos adopta la hechura de Rory Gallagher o se aproxima al universo Led Zeppelin, asombra por su caudal de registros e impresiona por su capacidad de transmisión, fluctúa entre la fortaleza y la delicadeza, percute con determinación y acaricia con pasión. Un trío que debe crecer, necesita progresar, demanda atención (“Warning”) y solicita movimiento (“Let’s Move”) por medio del nuevo integrante, Miguel Moral, experimentado músico que ha militado en varias formaciones punteras del botxo, y al que vimos como pez en el agua en su segunda aparición junto a Virginia y Gonzalo. Bueno, en realidad su conexión viene de lejos, pues han unido fuerzas en diferentes proyectos, pero esta alianza deparará grandes satisfacciones a todos ellos. Viejos boogies como “Down Below” o “Filthy” obligan a mover pies y cabezas mientras Gonzalo demuestra la calidad de sus cuerdas vocales y la jerarquía de las seis de su ajada y lustrosa Strato, Virginia atiza platos y timbales con su elegante decisión y el amigo Miguel domina el espacio con el Thunderbird, que por cierto, más tarde interpretarían (ZZ Top) previo a una de sus últimas composiciones: “Wild Rose”. Diligente, férrea, urgente e impetuosa, suficientemente adictiva como para sudar sus notas, ascender sus elevadas cotas y posteriormente despedir desde lo más alto su recital con la revisión de “Shakin’ All Over”, entonar un himno esencial como “Nobody” y cerrar eficazmente el círculo con la síntesis, la añoranza, la liberación: “Young Fashioned Ways”… Extraordinarios Last Fair Deal. Cerraría la velada Susan Santos, una mujer que, al igual que sus partenaires fundamenta su sonido en los doce compases y recalaba en Torreperogil inmersa en un extenso tour europeo, lo cual habla de una reputación adquirida tras varios años de sacrificio en los que ha firmado cuatro discos y ha participado en varios certámenes del ramo. A esas horas de la madrugada la audiencia cercaba las barras del auditorio en busca de un refrigerio o buscaba un asiento salvador cuando, bajo escarlata luminosidad, un serpeante slide anuncia “Rattlesnake” pillando a unos cuantos asistentes fuera de juego, pero en cuestión de segundos las primeras filas lucen orgullosas zapateando y chasqueando los dedos la amplitud campera de “In Trouble”. Sabíamos que sería muy complicado, por no decir imposible, que nuestras fuerzas lograran aguantar hasta el final, así que debíamos exprimir al máximo los minutos y pudimos alcanzar terceras fases con las sensuales líneas “Hard Times”, atravesar las puertas de un cargado garito de Baton Rouge en “Going Down South”, recorrer Texas con la pegadiza frecuencia “Dusty Road” que obtuvo una sonora aclamación, y despedirnos desde ese simbólico lugar fronterizo unos minutos más tarde con una sincera, virtuosa y acertada “Dirty Pool”. Nostalgia. Aristocrático blues. Sobriedad. El rey.

Susan Santos

El sábado era el día indicado para intensificar la actividad turística por Úbeda antes de salir hacia Torreperogil, ya que contábamos con suficientes horas por delante para llevarlo a cabo, pero no contábamos con el implacable sol que podría complicar el itinerario. ¡No! No hemos venido para quedarnos encerrados entre cuatro paredes, así que provistos de agua suficiente y gorras protectoras comenzamos el recorrido por el casco histórico de la localidad. Visitamos edificios emblemáticos, monumentos renacentistas, pintorescos barrios, importantes santuarios, la famosa Sinagoga del Agua y desde miradores oteamos los populares cerros de Úbeda antes de hacer un pequeño receso para comer y más tarde continuar la ruta por calles, plazas y travesías de una bella ciudad declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad que no solo cuenta con representativos lugares para visitar o fotografiar. Sus gentes tienen otra gran virtud. Si vas lo descubrirás. Una vez aprovechado el día debíamos hacer lo mismo con la noche, y llegamos al Auditorio Torres Oscuras con antelación como para saludar a amigos que dejamos ayer y otros que hoy vendrán. En ese momento The Kleejoss Band estaban descargando equipo e instrumentos, muestran cierto asombro al vernos, y al igual que el día anterior, unos minutos de cortesía con unos y otros antes de la obligada pausa para engañar al estómago.

The Kleejoss Band

Con puntualidad suben al escenario las dos muchachas encargadas de presentar a todos los participantes del festival, y a continuación sobresalen las primeras percusiones de “The Wire Walkers”, cediendo el testigo a una guitarra que crece, se doblega y prospera en pareja hasta lograr el delirio de acalorados seguidores que brincaban, festejaban y colmaban las posiciones de vanguardia. Robusto inicio. The Kleejoss Band. Inicio catalizador. Un inicio sintomático de lo que estos chicos son capaces de ofrecer en directo, que no deja de ser su hábitat natural, donde demuestran su compromiso y exhiben orgullosos los valiosos memorándums de una compacta discografía que defienden a toda costa, caso de “Susquehanna Valley Summertimes” (“Villa Modesta”), “Plasticland” (“River Sound Unleashed”) o “Inception”, perteneciente a su última entrega de mismo título, fuertemente coreada, aplaudida y vitoreada por un público entregado durante la actuación del renovado cuarteto zaragozano. La alargada sombra del viejo Young sigue latente, la memoria de los noventa es examinada convenientemente y el resto de señas de identidad siguen perennes, pero hay nuevos inquilinos en la sociedad: Andrés y Nacho, guitarrista y bajista que se han acoplado perfectamente a Joss y Luis manteniendo vivo el espíritu indomable de una banda en constante evolución, una banda que sobrecoge con la exquisitez del sensorial bottleneck y dulces armonías de “Mulberry Trees”, se marca un solícito rock’n’roll como “Feather In My Cap” o navega por las aguas impetuosas de “River Sound Unleashed”, torrente de sensaciones, llamadas y emociones interiorizadas por un abstraído patio de butacas más tarde implicado en las alegrías, coros y coreografías de “Farewell Lone Wolf (On Loneliness Part 2)”, principio del celebrado final con “Keep On Rockin’ In A Free World”, algo más que una canción. Un estímulo, una oración. Kleejossdeputa.

Devon Allman Project with Duane Betts

Tras el maravilloso obsequio de los mañicos, primer concurso peninsular de Devon Allman y sus compañeros con la incorporación de Duane Betts, ambos hijos de ilustres padres, ambos crecidos y educados entre guitarras, escenarios y amplis. Alta alcurnia en Torreperogil. “Mahalo”, un instrumental de unos siete minutos de duración, es el punto de partida donde todos demuestran su categoría musical, ya fuera Devon con la guitarra, David Nicholas a los teclados, el bajista Justin Corgan, el otro guitarrista, Jackson Stokes, John Lum en la batería o R. Scott Bryan en la percusión. Una presentación un tanto descafeinada (apreciación personal), pero probablemente sería su modus operandi para imprimir el ritmo adecuado a un show que sube de temperatura definitivamente con “Ten Million Slaves”, estructura barbitúrica y vivaz que arrancó las primeras réplicas entre un público que risueño y juguetón sigue después, a falta de voces femeninas, el saleroso baile impuesto con “I’ll Be Around”. Metidos en harina había que recordar la época gloriosa de Royal Southern Brotherhood, y para ello nada mejor que arrimar el hombro, sacar alguna lagrimilla y soñar con «Left My Heart In Memphis». Duane Betts y Johnny Stachela se suman al conjunto enlazando guitarras al más puro estilo americano en “Blue Sky”, donde sobresalen las exclamaciones, aumentan las alabanzas e impresiona la destreza del segundo en su fragmento. Gran interpretación. Gran ovación. Con excelente sonido, tónica habitual del festival, el transcurso de la actuación oscilaría entre el carácter sureño, la profundidad soulera y los orígenes del blues hasta llegar a la celebración baptista de la madrugá, en la que el pastor David Nicholas se disfrazó de Bill Withers en “Lean On Me” dejando boquiabiertos a unos cuantos con una voz proporcional a su tamaño y abriendo camino a un russ final en el que saboreamos el perfume de “Melissa”, volvimos a unir corazones, pasiones, esperanzas y sentimientos en un homérico “Dreams” y fuimos bendecidos por una lluvia inmortal: “Purple Rain”. Casta, escuela y condición.

Julián Maeso

El último show del sábado, el último show de la edición, el último show de esta aventura y hermosa experiencia tenía que ser redondo como la fecha (18.08.18), y fue especial. Debía reunir los condicionamientos necesarios para soñar con el veinte aniversario, perdurar en el espacio-tiempo y aglutinar sonidos, conductas y expresiones que habíamos disfrutado con anterioridad. De alguna manera debía ser el cénit de un año especial. Terminó siendo sobresaliente, inmaculado y especial, comenzando por el caluroso abrazo que nos concedió Julián Maeso antes de subir al escenario. Un considerado caballero, accesible y de mirada penetrante, comprometido no sólo con su música y sus canciones, sino socialmente. Como muestra, su viaje a África junto a compañeros de profesión para cooperar y ofrecer ayuda, enseñar y aprender. Compartir. Lamentablemente, y aun haciendo esfuerzos por no desfallecer, tuvimos que marchar minutos antes de su conclusión, pero no por ello dejamos de disfrutar una vez más frente al catedrático Maeso y su sugerente voz, sus huellas de soul, rastros de groove, trazos de funk, pinceladas de blues y sus preciadas epifanías escritas con el corazón y cantadas desde el alma que permanecen en el tiempo (“Leave It In Time”), aportan felicidad (“Long Winter Drama”) o reclaman cooperación (“Hanging On A Wire”) con su insinuante fraseado. La concurrencia estaba en un estado de enajenamiento transitorio, en constante movimiento y decidida a echar el resto en cada segundo, cada envite, cada estribillo y cada canción, ya fuera con la pastoral “Before They Leave”, ya fuera ante la belleza de los arrecifes de coral de “I Wonder And I Wander” o con la corpulencia de “Someday Maybe Someday”, nuestra despedida particular. Idónea para pensar que algún día… Quién sabe. Lo que sí es seguro es que, aún repitiendo escapada no volveremos a vivir la asombrosa realidad de la que fuimos testigos cuando Devon Allman se sumó a los coros en “Wild Horses”, en un instante para no olvidar jamás. Un instante en armonía que seguramente permanecerá en la historia del festival y quedará grabado en el corazón de todos aquellos que lo vivieron en primera persona, pero sin desmerecer a nadie, el bueno de Julián lo merece. Tal vez la memoria de Frank Peláez, mentor del festival, también.

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