Sábado 11 de marzo de 2017 en Sala Azkena, Bilbao
Nuestro amor por los subterráneos escenarios sugeridos en la miscelánea de Shawn James nace un lejano día en el tiempo, más inmediato gracias a la cantidad de buenos momentos proporcionados por su poder medicinal. Ese amor por el profundo romancero del caballero nos decía que algún día coincidiríamos en el espacio tiempo, y nuestra satisfacción fue materializar ese afecto en un maravilloso encuentro el pasado sábado en Azkena Bilbao. Nuestra ilusión habría sido que esa contingencia hubiera sido más considerada con la liturgia oficiada por el reverendo James, un tipo que nos visitaba por primera vez y con quien pudimos intercambiar algunas palabras previas al concierto, pudiendo verificar con ello que el brillo de los ojos suele ser el espejo del alma, y Shawn tiene una mirada limpia y penetrante, posee un discurso afable y luce una cómplice sonrisa. Sin duda es uno de esas personas que huyen del personaje, un tipo que deja huella y que debería ser merecedor de mayor seguimiento, pero ya se sabe que nunca llueve a gusto de todos. No siempre acertamos en las previsiones. Triste, pero real, teniendo en cuenta además que estábamos frente al típico OMB (one man band) dispuesto a lanzar sus plegarias y sermones ilustrados en la condición humana, su capacidad, sus inquietudes, tormentos, esperanzas y contradicciones, las realidades y los sueños.


Un recital marcado por el vacío y la plenitud esbozados por la voz arrebatadora de un rapsoda que debería haber enmudecido al personal desde el minuto uno cuando saluda efusivamente al público, se presenta, se sienta frente a él, chasquea los dedos e inmediatamente imprime velocidad con “The Wanderer”, comienzo fulgurante demostrando que poco importa el lugar, el recinto, la concurrencia o las cansinas chácharas que incomodan el seguimiento del concierto. Tras dos correctivos capaces de dejarte sin aliento, uno de ellos cortesía hacia el nuevo mandatario americano en la sentencia “Dead Soldier” (explícita dedicatoria con más interpretaciones), echamos en falta la traviesa armónica registrada en “On The Shoulders Of Giants” cuando aparece “Crossroads” y adivinamos polifonías de la tierra, armonías astrales y siluetas arapahoes, mohaves o cualquier otra tribu nativa en el ritmo percutido de “Preacher Foretold”, mientras “The Shadow” alude a ese tipo de creencias que deberían mostrar la luz, cuando desgraciadamente dejan al descubierto demasiadas tinieblas. Un ramillete de historias desnudas representadas con la austera solemnidad del primitivo blues (“Belly Of The Beast”), la profusión indígena del gospel (“Back Down”), la fertilidad de saetas tradicionales (“American Hearts”), la claridad de gaseosos ambientes (“Through The Valley”) o la espiritualidad de fragmentos como “Delilah”, una bella amazona a lomos de un salvaje bottleneck que bombea, gravita, persiste, insiste. Catapulta al más allá. Inspira, emociona. Conmueve como una trayectoria dividida por su camino en solitario, donde explora su faceta más mística, y otro caracterizado por la vertiente más psicodélica junto The Shapeshifters, facturando tres grabaciones en ambos proyectos. Como epístola final reservaba un “John The Revelator” interpretado a capella y en perfecta armonía con los presentes, en un purgatorio de pasiones, delirios y amores. El amor surge de manera imprevista. De un diálogo, de una mirada, por un atractivo físico o un interés intelectual. El nuestro hacia Shawn James es incondicional.
«Hellhound»