Sábado 4 de marzo de 2017 en Kafe Antzokia, Bilbao
Nervios, expectación, tensión. Si nuestras sensaciones previas al concierto proyectaban tal estado anímico, imaginamos que los chicos debían tener, aparte de mucha responsabilidad, similares inquietudes. Evidentemente en sus diez años de trayectoria discográfica (como conjunto poseen unos pocos más) habrán afrontado situaciones de todo pelaje, pero volver a defender las canciones que aparecen en su ópera prima reúne cierta dosis de riesgo. Quienes sigan la carrera de Quaoar sabrán de qué hablamos, quien no lo sepa, que vaya apuntando. Hablamos de una banda firme y decidida en abarcar la misma plétora de referencias musicales de las que individualmente son seguidores y consumidores. Hablamos de una banda en constante crecimiento a pesar de que a alguien le signifique exigua la cantidad de tres álbumes facturados. Todo lo contrario. Aquí hay calidad. Aquí hay bonanza, hay seguridad en su versatilidad, hay diferencia entre las variaciones de “Man’t”, las transiciones de “The River & The Soul” y las reflexiones de “Dreamers. Dreaming”. Hay algo tan sencillo y complejo como el trabajo. Enfoques diferentes, comparables registros, distintos caminos. Por eso podíamos teorizar en la posibilidad de estar ante un momento diferente de los vividos anteriormente ante los chicos. Porque conocemos su compromiso. Porque creemos que ha quedado reflejado y demostrado que seguimos y seguiremos la estela de Quaoar.
Su rock heterogéneo, lírico y progresivo (adjetivo, no confundir con el género), su talento y su contrastada aptitud en grabaciones y apariciones han llevado al quinteto a coger la furgoneta y plantarse en múltiples lugares en variadas circunstancias, en recintos y ambientes habitualmente regidos por los parámetros que adornan su esmerada ponencia musical, o sea, diversidad de gentes, pluralidad de audiencias y variedad de escenarios que les permite ser conocidos ampliando un horizonte que a unos cuantos nos gustaría fuese tan extenso como el infinito emocional que proporciona gran parte de sus odiseas. Para acompañarles en tan señalada fecha comparece desde Barcelona el combo Cheeto’s Magazine, cinco tipos vestidos cual fichas de parchís dispuestos a defender su progresivo (género, no confundir con el adjetivo) proyecto compartido con humorística socarronería, comenzando su actuación con dos instrumentales que no parecen levantar pasiones (salvo a un grupete de incondicionales que disfrutaron enormemente) entre los asistentes. Tal vez se deba al desconocimiento o al desconcierto que causó su aparición, pero esa sorpresa que días antes barruntábamos causarían, no se inclinó hacia el lado previsto. No obstante los tíos se afanaron y dieron muestras de sentirse cuanto menos gratificados por escoltar a Quaoar en el recinto bilbaíno, obteniendo picos de esplendor con muestras de hilaridad, óptimos desarrollos instrumentales y minutos punzantes.
Fin de gira y décimo aniversario de la publicación de su debut. Diez años de sobresaltos y realidades, de alegrías, de amargores, de esfuerzos, despedidas, bienvenidas y celebraciones. El pasado sábado fue el turno de una de ellas. El sábado fue el día para recordar “Man’t”, y para ello nada mejor que saludar a la concurrencia con el ritmo variante de “J.X.N.S.”, una de las piezas que componen un puzle por el que no pasan los tiempos y en su día descubriera la profundidad musical de unos chavales de abrumadora voracidad estilística, unos chavales que eludían cualquier tipo de esquema establecido. Como ejemplo, la siguiente de la noche, “A Big Hole”, ésta ya más reciente, ésta vista desde uno de esos abismos a los que conduce el portentoso timbre vocal de Iñigo ayudado por las guitarras de Josu y Hugo. Eufóricas y camaleónicas como el resto de elementos de un colectivo en el que resulta comprometido decidirse por un miembro concreto cuando la importancia la tiene el propio núcleo, su compenetración, su afinidad, el trabajo de los ya nombrados como el realizado tras los tambores por Bjorn y el compás de Aitor al bajo. Todos esenciales. Todos precisos.




El Antzokia lucía buena imagen y en el ambiente se adivinaba felicidad, satisfacción, conexión cuando a la tercera damos por repasados los tres discos con “Memento Mori” y apreciamos ligeros desajustes en el sonido que poco problema suponen, ya que en un show de Quaoar los transitorios inconvenientes derivados de cuestiones técnicas se solventan con fortaleza, con seguridad, con la vuelta a los orígenes de “Me Against Me”, una de esas historias que reflejan perfectamente el carácter de los chicos, su semblante, su hechura, su constante exploración. Invitan a la gente a meditar y visitar su confortable “Home”, una esfera imaginativa de gran capacidad de absorción, mientras el dolor de “Goodbye” significa en su universo una onírica bienvenida al maná, el encuentro de emociones y corazones abrazados dirigidos por un inmenso solo de guitarra. Emotivo y recio como es habitual en ellos dependiendo de refinadas piezas (“Heylel”), cuidados fragmentos (“Intro 2002 LM 60”), decididos y alegres movimientos (“Go To Momo”), o tiernas melodías coreadas por algunos valientes que se imponían a la emoción… “My Anger Runs”, impresionante. Vivirlo es fascinante, asimilarlo procedente y más tarde intentar describirlo cuanto menos conveniente. Finalizan entre gritos y aclamaciones, aunque su vuelta al escenario no se hace esperar demasiado. Guitarras que lloran y dibujan una sonrisa, feroces ritmos asistidos por brazos y cabezas, voces que seducen e imploran, melodías, armonías, equilibradas permutas… Ese es el imaginario donde se mueven las tristezas y esperanzas de cinco tipos (“Tough Guy”) que caminan orgullosos por la senda del rock enérgico, una travesía más fértil y prolongada que esa tan recurrente que hace referencia a la década de los noventa. Aitor, Bjorn, Hugo, Iñigo y Josu seguirán proyectando su luz, buscando su karma, encontrando su “Man’t”.