Probablemente recurramos a los mismos clichés cuando analizamos una canción, un disco, una escena, un concierto o nos centremos en alguno de sus protagonistas, y aunque en puntuales ocasiones engalanemos nuestros argumentos, hay otras en las que el camino apropiado es la línea recta, la naturalidad, desarrollar lo sustancial y olvidar la urgencia. Ese es Dan Baird. Un hombre carismático, un tipo orgulloso. Un escritor incansable y un músico resistente a modas y hasta a generaciones. Así es su música, así es su vieja Teleca, así es su espíritu. Simple y complejo. Dócil y rebelde, ácido y dulce. Tras años editando discos junto a Homemade Sin reactiva su trabajo en solitario con “SoLow”, una docena de historias de marcado sello personal descartadas en su momento y que con buen criterio decide recuperar. Pero que no cunda el pánico, porque hablamos de una aventura fugaz previa a una nueva entrega y posterior gira junto al pecado casero, así que si todo marcha según lo previsto y no se cruza algún gato negro volveremos a estar frente al caballero y sus partenaires, pero esa es otra historia. Nos centraremos en “SoLow”.
Hablaremos de un álbum realizado en el sótano de su casa con piezas que no lograban encajar en la maquinaria del último capítulo de Homemade Sin (“Get Loud”) y debían ver la luz junto a otros bocetos que poco a poco iban tomando cuerpo. Historias que circulan entre el temperamental saludo de bienvenida a ritmo de incipiente rock&roll (“Cemetery Train”) y la trascendental despedida “Gotta Get A Move On”, completando un disco rebosante en energía y vitalidad a pesar de un tratamiento lírico centrado en el paso del tiempo, el olvido y esa permanente cuerda floja que es la vida, donde los detalles y alegatos al presente son tan evidentes como ese paso del tiempo aludido. La sinceridad sigue siendo una de las virtudes fundamentales de un sujeto que décadas atrás nos sedujo con los satélites y posteriormente nos ha convencido en cualquiera de sus variadas filiaciones, hasta el punto de poder estrechar un día las manos. Nunca habríamos sospechado que se pudiera dar la circunstancia, sin embargo ese día pudimos comprobar que el tío es un currela y comprendimos su posición. Sentimos sus manos firmes, callosas y ásperas, testigos de una trayectoria esquiva en ocasiones, escurridiza como el slide de “Showtime” y adivinamos en su mirada la melancolía de testimonios como “Say Goodbye”. Quizás debería pertenecer a la aristocracia del rock&roll, pero él optó por otro camino. Decidió cultivar, sembrar y recoger, obedecer a su corazón y recuperar la actitud juvenil gritando “Silver Baby”, percibir cómo la brisa campestre “Naughty Marie” acaricia el alma y bailar a todo trapo contagiosas frecuencias como “Won’t Take Much”. Tal vez haya quien piense que es un mero trámite o un simple arrebato de confusión, pero la magia de las guitarras enlazadas en “Get Watcha Get” permite atisbar esos caminos tan bien delineados en el universo Baird y la nostalgia de “She’s With Me” debilita (si las hubiera) tales consideraciones. Sin trampa ni cartón, sin experimentos ni alquimias triviales. Es rock&roll. Es Dan Baird.