Sábado 30 de enero de 2016 en Kafe Antzokia, Bilbao
De alguna forma había que dar carpetazo a un mes un tanto amargo en cuanto a despedidas. De alguna manera teníamos que hacer lo propio con el último sábado noche del mes. Un mes que se va, otro sábado que volverá, “One More Saturday Night”, San Francisco y Bilbao. Grateful Dead y Still River. Apoteósico final con un escenario copado por bastantes de los músicos que nos habían obligado a cantar y bailar de alegría, llorar de emoción o disfrutar con la pasión que desata el rock & roll, aunque para ser sinceros el colofón como tal se lo debemos a un festivo “Turn On Love Your Light” que sonó inmenso en un Kafe Antzokia rendido ante unos tipos que tienen muy presente el pasado para afrontar su futuro. Unos tipos que se dejaron la piel y sudaron tanto como el buen número de asistentes. Buena entrada, con poco margen de maniobra en las primeras filas, rostros extasiados y apacible ambiente entre el público en general.
Si el final ya mencionado en forma de bises fue especial, no menos lo fue el sobrio recorrido sobre su propia obra y otra acertadísima revisión al legado de Jerry García y CIA con un poderoso “Brokedown Palace» aderezado con imágenes de los californianos de fondo ofreciendo un resultado cuanto menos emotivo, detalles que delatan sentimiento y terminan ensanchando una figura que no dudamos encontrará acomodo en este viaje por el empedrado camino musical. Comandados por Dan Cabanela, un hombre hecho a la medida de GravelRoad76 (getxotarra de Minnesota hijo de vasca y gallego), navegan por un caudaloso río lleno de ricos afluentes desde las orillas campestres de “Fight Fight Fight” hasta el inconfundible aroma tabernario de “Broken Whistle”, la amplitud asfáltica de “Four Miles To Mobile” o la sobrecogedora urgencia de “Wake Up”, una melodía penetrante, sugerente, que se introduce sin reparos en el alma y con calma acaricia la mente. Una actuación que mantuvo un alto nivel, con trepidantes slides, armoniosas teclas, sensuales ritmos, constantes cambios de rasante, melancólicos aires blues como “Cold Wind” insuflado por la armónica de Marcos Coll y solemnes postulados soul como “High Time”, donde la aportación de Julián Maeso, los metales y los coros convierten el recinto en una especie de celebración baptista. Desde el primer minuto, desde que arrancaron con los acordes de “Skateman” supimos que sería especial, porque viendo sus caras observamos la satisfacción de Txema Solano, Isi e Israel Redondo, Lander Cadenas, Juan Gumuzio y Dan Cabanela. Apreciamos la felicidad del Still River.
Felicidad que constantemente buscamos y puntualmente encontramos, y si para ello contamos con Julián Maeso Grupo, una voz interior susurra que lo estás consiguiendo, estás hallando ese bienestar que tanto ansiabas. Un nombre que debe ser escrito con letras mayúsculas, e inclusive en negrita, por si hubiera despistados. Un hombre que lleva tiempo seduciéndonos por su música y calidad, por su capacidad innata para fabricar dulces melodías que arañan las entrañas, pero si hablamos del aspecto humano… Punto y aparte. El pasado sábado se superó una vez más con un guion precioso y preciso, conmovedor y sublime, donde sobran los artificios y la música es protagonista absoluta: el soul, el groove, el gospel, el funk y todas las sonoridades que brotan de las calles y distritos de la Gran Manzana, bordean la bahía de San Francisco, el delta del Mississippi o surcan las plantaciones de Alabama. Parapetado por sus aparatos (hammond, piano y órgano) y acompañado por sus inseparables Gonzalo Maestre (un cañón tras los tambores) y Pere Mallén (portentoso y diestro guitarrista), el dinámico y efusivo Alfonso Ferrer al bajo, Amable Rodríguez, complemento ideal a la guitarra ofreciendo versatilidad y espacio, y los coros de Mayka Edjole y Erin Corine (flauta travesera), dan por concluido con la excelente “A Hurricane Is Coming” un recital que se esfumó en un suspiro. Siempre nos pasa lo mismo, siempre que escuchamos y sentimos la fuerza abrasiva de “Someday Maybe Someday”, o nadamos entre nubes de algodón con “It’s Been A Hard Day” el tiempo corre demasiado, tanto como “Leave It In Time”, seductora, sensual, coral. Tiempos perfectamente estructurados donde la sorpresa es un elemento imprescindible, donde el feedback de una sala encendida entre quebradizos slides, armónicos sollozos e hipnosis global se antoja obligado, donde adivinas el carácter de un tipo capaz de componer maravillas como “Won’t We Come For More?” cuando las lágrimas aparecen en el alma o las voces gritan en el silencio en unánime agradecimiento. Mientras en “Little By Little”, descubres un blues crepuscular y musculado con guitarras encendidas, el lado salvaje que contrasta con la pulcritud y elegancia de un comienzo tremendamente sugestivo con “The Band The Girl And The Boy”. De una u otra forma lo teníamos que narrar, de alguna manera debemos finalizar.