Una vez más GravelRoad76 se cuela en las entrañas del Antzokia de modo clandestino… ¿quiénes son Gravelroad76? se preguntan muchos… Creo sinceramente que es mejor que no nos conozcan mucho… seguimos pagando nuestras entradas, y aportando nuestro granito de arena al rock&roll. Porque en definitiva si no vamos a estos conciertos, si no aportamos algo de nuestro amor por las bandas, dejaremos se ser lo que realmente somos: Unos caminantes sin rumbo fijo.
Miércoles 22 de enero de 2014 en Kafe Antzokia, Bilbao
Era un día laborable, tal vez poco favorable para el pleno, lluvia incesante, el recuerdo fresco de últimos conciertos más bien escasos de personal y con triple cartel, por lo que teníamos la sensación que ese iba a ser otro día de floja asistencia, pero craso error. Nos volvemos a equivocar y la sala presenta una buena entrada, rozando el lleno. Contrastes. Entre nuestro previo pensamiento y el resultado final. Entre la meteorología y humedad de las calles y el ambiente cálido de la sala bilbaína. Un común denominador. Barbas y rock. Tres fracciones. Un cuarteto, un trío y de nuevo un cuarteto. Siguen sumando tres. Abrieron Lord Dying, vecinos de los chicos que cerrarían la velada, y puntuales debieron ser, porque entramos comenzada su actuación. Minutos en los que pudimos comprobar la fiereza de su recio trash, tan “mastodónticos” como Erik Olson, su guitarrista y cantante, tan demoledores como “Summon The Faithless”, su ópera prima, y aunque el personal no exteriorizara en demasía el subidón de adrenalina generado por riffs agresivos, voces guturales y un sonido más extremo que sus compañeros de tour, demostraron ser capaces de derribar al más osado. Buen conjunto. Un buen comienzo.
Acto seguido sube al escenario el trío The Shrine, y previo a su actuación, mientras prueban instrumentos, pedales y demás muestran lo que vamos a presenciar. Rock enérgico, setentero, psicodélico, desértico, cálido, menos visceral que sus predecesores, pero no por tratarse de una fórmula bastante esgrimida últimamente suenan brillantes y eficientes. Cuentan con media hora aproximadamente para defender “Primitive Blast”, cuya sonoridad varía notablemente en directo, aproximándose por momentos al blues rock de otro trío californiano, Blue Cheer, aparcan presentaciones y palabrería y centran sus energías en el aspecto musical, dinamismo que agradece el respetable con movimientos de cabeza, algún puño en alto y mayor efusividad que la mostrada unos minutos antes. La temperatura va en aumento, el fuzz cobra protagonismo, el sonido acompaña, y los chicos parecen estar cómodos en el escenario, pero todo tiene un final. Y ese epílogo llega con un fuerte y ovacionado desarrollo llamado “Nothing Forever”, que imagino incluirán en el próximo trabajo que aparecerá durante este año. Otro trío par apuntar. Otra banda a tener en cuenta.
Terceros. Certeros. Honestos. Así se presenta Red Fang, como una banda que lo da todo en el escenario. Se desgañita y ofrece las dosis de rock que sus seguidores esperan, que es básicamente lo que vimos, vivimos y disfrutamos el pasado miércoles en una hora condensada de acelerado rock, donde apenas hubo descanso, donde se comportaron como un martillo pilón, como una montaña rusa que no permite una breve distracción. Aparecen los chicos, el incombustible John Sherman sonríe tras la batería mientras sus compañeros se saludan y desean suerte para segundos más tarde hacerlo con el baterista, y ¡comienza el show, señores! Primeras notas de “Hank Is Death” de su segundo trabajo, y primer contratiempo. Algo falla, tras unos minutos pulen con rapidez, y a la tercera (volvemos al número), la vencida. Con “Doen”, de su tercer (¿?) disco «Whales And Leeches», aparecen los pogos en las primeras filas y coros entre la concurrencia. Satisfacción entre banda y público, que a medida que avanza el concierto se muestra más animada y aquellos tímidos puños en alto que habíamos visto hasta entonces pueblan la sala, con unos arrolladores Aaron Beam al bajo y Bryan Giles con las seis cuerdas que compatibilizan la función de cantante a la perfección, mientras David Sullivan mantiene la sobriedad y el tempo preciso con la otra guitarra. Han de presentar el último disco con canciones como “1516” o “No Hope”, pero el poderoso y brutal “Malverde” no podía faltar a la cita, así como soberbias canciones como el blues pesado con aires desérticos “Throw Up” o el abrasivo y contagioso grito al infinito de “Sharks”, que habría sido la encargada en despedir el concierto si no hubiera existido la bola extra. “Good To Die”, con un espontáneo surfer urbano en olas humanas, y un festivo y celebrado “Prehistoric Dog” como fin de fiesta, colofón a una calurosa y sudorosa noche. A la tercera va la vencida.