Para muchos se trata de un poeta contemporáneo, para otros un solitario trovador… Benjamin Folke Thomas va de un lado para otro con su guitarra a cuestas y una maleta llena de buenas canciones…
Martes 29 octubre de 2013 en Colegio de Abogados, Bilbao
Otoño. Época melancólica y de recogimiento, donde los árboles se desnudan y ofrecen bellas estampas que inspiran paz, sosiego, momentos para el recuerdo o instantes poéticos. Momentos en los que hay que escuchar a la voz interior que insiste y obliga atención, porque aunque resulte provocadora o simplemente susurrante, la voz interior es sabia. Por fortuna seguimos sus consejos el pasado martes, y nos dirigimos al Colegio de Abogados con el ánimo de disfrutar con la oferta musical de Benjamin Folke Thomas, un vikingo que nos conquistó con sus canciones, con su simpatía y por su cercanía, y que como si de un robusto árbol se tratara, posee profundas raíces e innumerables ramas que van desde el lado más duro y salvaje hasta el más melancólico o desde sinuosos ritmos hasta la sencillez del blues, todos ellos bajo una voz impactante, conmovedora, hasta lírica en ocasiones.
Era su tercera visita por estas tierras, pero se trataba de nuestro bautizo frente a Benjamin, por lo que ansiosos estábamos por ver in situ eso que imaginábamos, por comprobar en persona que atesora tanto una poderosa voz como un brillante fingerpicking cuando se cuelga la guitarra, e imaginar por un instante cuando esa canción nació. Minutos en los que saboreamos bellas piezas como “Love Somebody” o “Blues For You”, presentada como el resto con dosis de humor, aunque personalmente echara en falta en el conjunto de la actuación la armónica. Creo que le imprime un carácter más intimista y cálido, aunque no quiera decir con ello que no lo fuera, porque se comportó de una manera exquisita con el escaso público que acudió tanto en el set como una vez finalizado, vendiendo y firmando ejemplares de “Too Close To Here”, su nuevo disco, o inmortalizando el momento con alguna instantánea junto a alguno de los asistentes. O bromeando y saludando a quienes se incorporaban con un simpático “Hola, qué tal” o agradeciendo a quienes abandonaban antes de tiempo.
Canciones desnudas como los árboles, directas, brillantes, como la arrebatadora “Rhythm & Blues”, para la que pide más silencio aún. Desenchufa la acústica y la interpreta mezclándose entre el público, y tras unos minutos tirando del anzuelo, logra la complicidad de la asistencia, que comienza con tímidos susurros pero aun acabando coreando, advierte que no nos vengamos arriba, a ver si por tanta efusividad se viene el local abajo.
Ya dijo al comienzo que era extraño el cambio. Alternar una pequeña localidad como Ponferrada, donde actuó en un lugar bullicioso y donde corría la bebida por una urbe mayor como Bilbao y un íntimo recinto donde se respira silencio, le chocaba. Son días de cambio. Días de contrastes. Como los días de otoño.