Viernes 28 y sábado 29 de junio de 2013 en Mendizabala, Vitoria-Gasteiz
Suenan las campanas. Suspense. Intriga. Las notas de “Tubullar Bells”, aliadas perfectas para un análisis previo a la celebración del Azkena Rock’13, que en honor al número estuvo rodeado de un sinfín de problemas derivados en gran parte a la falta de grandes nombres (dicho en las redes sociales y demás foros, el que suscribe no está de acuerdo) o la falta de información por parte de la organización. ¿Causas? Muchas. Casi todas en una misma dirección. La situación económica, el I.V.A. que han de soportar los artistas, lo cual empuja a que emigren hacia otras latitudes o compartan escenarios en otros festivales, etc. A medida que se acercaban las fechas diversas dudas sobrevolaban la campa de Mendizabala. ¿Será la última edición? ¿Disfrutaremos de un buen festival? ¿Nos estarán dando gato por liebre? Preguntas que venimos escuchando desde 2007, año en el también hubo dos jornadas. En fin, dudas y preguntas que demuestran lo mal acostumbrada que anda la parroquia y lo aficionados que somos a la pataleta. Pataletas pasajeras, sobre todo viendo la buena acogida, el buen ambiente generado, la comunión entre la gente y el buen rollo en general, que han ocupado gran parte de los análisis sobre el festival, por lo que nos centraremos en el aspecto musical.

Esas dudas a las que aludimos quedan resueltas en la primera toma de contacto. Con una estrella que brilló con luz propia aun siendo las cinco de la tarde. Al escenario principal, denominado en esta ocasión Kevin Ayers, salen unos chavales que bien podrían ser de Seattle, pero son de Bilbao. Son Quaoar, demostrando el porqué de su premio en el pasado Villa de Bilbao, y aunque poco público les contemplara, a buen seguro que quienes no les conocían ya están hablando maravillas de unos jovenzuelos que están llamados a volver algún día al Azkena Rock, pero esta vez en horario principal. Recomendables tanto sus discos, “Man’t” y “The River & The Soul”, como su atractivo directo. Traslado de unos trescientos metros, y tremendo tremendo shock. Los casi idem (The Socks) golpean con fuerza, y se ven rostros de incredulidad. ¿Quiénes son estos tíos? ¿De dónde han salido? Aires potentes, aunque su intervención fuera a menos, y quedara en un necesita mejorar, y dado que este año tenemos la fortuna de volver a los dos escenarios, nos toca ir hacia el este, para contemplar a Sex Museum, banda en la que dos hermanos rivalizan al micrófono. Miguel, en su faceta de cantante. Fernando, dando minutos de respiro a sus compañeros de viaje entre canción y canción y encargado de calentar al público con brillantes intervenciones que siempre nos dejan alguna perla, tipo “las mujeres son rock n’ roll”, o el alegato final en favor de las salas, por los conciertos en reducidas dimensiones, previo obsequio de su particular coctelera de contagiosos ritmos tipo “I’m Moving”, o el cruce festivo de “Smoke On The Party”, o dicho de otra manera, la visión de los madrileños de cómo sonaría “Smoke On The Water” de Deep Purple bajo la perspectiva de Beastie Boys y su “Fight For Your Right” o viceversa. Una banda por la que los años no pasan. Inmensos. Vuelta atrás. Nos dirigimos al escenario George Jones, donde nos esperan los tejanos The Sword, que al igual que los franceses dejan un poco frío al personal, a pesar de defender un repertorio tan caliente como el que tienen. Se mostraron “sabbathicos”, afrontaron un set enérgico, se veía el movimiento de cabezas, pero acabaron con otro necesita mejorar

Punto y aparte. Uno de los puntos de discordia. M·Clan. Actuaban como “teloneros” de aquellos a quienes en su día se les quiso comparar, y tal vez ese haya sido un gran lastre que han tenido que soportar a sus espaldas. Está claro que no descubrieron la penicilina, pero si no agrada su presencia, la opción es clara. No lo veas, y aprovecha el tiempo para hablar, escuchar o reír junto a amigos, alimentar el espíritu o el cuerpo, pero no critiques por diversión. Se mostraron correctos, y nuevo cambio de escenario que trajo consigo un mismo cambio de terreno musical, y pasamos a una especie de indie rock con los británicos Alberta Cross, que no tuvieron su día y estuvieron faltos de chispa. Dejémoslo así.

The Black Crowes. Palabras mayores. Clase. Por arrobas (no es tan sólo ese signo conocido gracias a internet). Les sobra. Desde que aparecieron y sonaron las primeras notas de “Twice As Hard”, se intuía que iba a ser una noche inolvidable. Especial. Porque lo de estos tíos es especial. Una banda que factura obras impecables y ofrece directos plenos donde cantas, gritas, te desgañitas, bailas, brincas, ríes, lloras, te emocionas, sientes escalofríos, sudas y hasta consigues hablar con los ángeles… porque ese momento, cuando la abordaron en una semi-acústica y electrizante adaptación, cuando el polen gasteitarra se presentó e hizo que por nuestros rostros asomara más de una lágrima… y te desean “Good Friday”, realizan covers memorables como “Feelin’ Allright” de Traffic, atacan himnos como “Hotel Illnes”, “Remedy”, “Soul Singing”, “Thorn In My Pride”… y demuestran que aunque la sombra de Luther Dickinson sea alargada, la figura de Jackie Greene cada vez tiene mayor peso específico. El mismo que siguen teniendo Sven Pipien y Steve Gorman, formando una pareja tan sólida como demoledora, o la otra pareja, la fraternal. El mayor de los hermanos y su potente voz soul, y Rich, la elegancia con guitarra, más un tipo brillante con las teclas: Adam MacDougall. Una banda donde todo está perfectamente ensamblado, donde aquello que suena tiene un sabor especial: el sabor a una ceremonia litúrgica que duró una hora y tres cuartos aproximadamente. Porque es una liturgia. Es de matrícula de honor.

Tras la borrachera de sentimientos junto a los de Atlanta, ya podía haber subido al escenario quien fuera, porque el pabellón estaba demasiado alto. Si al menos hubiera sido en el otro escenario, pero fue en el mismo, y los cuervos permanecían en la retina del público. Llega el turno de Smashing Pumkins, y en este caso, el que tuvo no retuvo. Sin actitud, con aparente apatía, y a pesar de contar con público entregado en un principio, no se coreaban canciones que en su día lo fueron como “Bullett With Butterfly Wings” o fuertemente sentidas como “Tonight, Tonight“, y comenzaban a verse claros en Mendizabala, así que camino al otro escenario, donde aguardaban unos canadienses a los que se esperaba con impaciencia, y terminaron brillando: The Sheepdogs. Suena “Feeling Good”, y el público responde afirmativamente con un “ahora si”. Pies, manos y cabezas vuelven a entrar en movimiento, en la carpa se respira un ambiente de satisfacción, y se aprecian desarrollos vía Allmam Brothers en “Javelina!”, la sorprendente inclusión de un trombón de varas en “Ewan’s Blues”, e inconfundibles sonidos Black Keys en la fuertemente coreada “The Way It Is” (por algo Patrick Carney es el productor de su último trabajo). Buena sensación que supo a poco en los cincuenta minutos que estuvieron sobre el escenario. Notable. Tras los ovejeros, los vikingos Horisont son los encargados de dar por concluido el viernes, y como casi todas las bandas escandinavas que nos visitan, dejan buenas sensaciones en el lugar. Desde que comenzaron con “Spur 8”, rock sudoroso, ambientes psicodélicos, obras densas como “Crusaders Of Death” o recuerdos de los setenta en “On The Run”. Una de esas formaciones que, como los ovejeros, no dudamos tarde o temprano volverán. Gran cierre para el estreno. Para el día que volvimos a pisar Mendizabala.

Tras un merecido descanso, a por la segunda y última jornada de esta edición con los británicos Heaven’s Basement, inmejorable para despertar al personal, y si algún perdido rondara el lugar, ya se encargan para que nos demos por enterados. Welcome to Heaven’s Basement’s party…! Su carta de presentación en el tendido de sombra, lo cual se agradece por la solana del momento, aunque también tiene su punto negativo. De haberse producido más tarde, más público habría disfrutado de una apuesta con ganas y actitud. Otros que están apuntados. Turno para una banda paralela de miembros Witchcraft, los segundos vikingos de la edición: Troubled Horse, que tras escuchar el fenomenal “Step Inside”, estaban llamados a recibir elogios, pero se quedaron en el intento. Tal vez fuera el horario, el calor, pero no consiguieron calentar demasiado al personal, a pesar de los intentos del cantante, viajecito entre el público incluido. Cogen el testigo los valencianos Los Zigarros, bastante monótonos, por lo que decidimos hacernos un hueco en el otro escenario, donde más tarde aparecería la clásica banda que, aun teniendo una década de vida, se presenta en Azkena Rock sin hacer mucho ruido y acaban ovacionados y ganándose el corazón de la concurrencia. JJ Grey & Mofro presentan su Southern Soul Blues, con ganas de disfrutar y que la gente disfrutara, que es lo que sucedió durante sesenta minutos. Una banda en estado de gracia. Mostraron piezas contagiosas como “Your Lady, She’s Shady”, duelo guitarra-saxo en la funky y bailonga “Somebody Else”, que levantó tantos aplausos como pies del suelo. Encandilan con momentos estremecedores como «Brighter Days”, o atacan su lado rockero en «Country Guetto”, con un JJ Grey enchufado a la armónica esforzado por contagiar a un público que ya estaba entregado a los chicos desde el principio. Porque si algo distingue al Azkena Rock son estos pequeños momentos donde descubres nuevas bandas, donde compruebas que la categoría no se mueve por números, donde la clase no está reñida con la popularidad. Una banda que nació con el nombre de Mofro y tras años se ha convertido en el nombre que ya conocemos, con Grey como maestro de ceremonias, una pareja de metales que quita el hipo, un aplastante hammond, una envolvente base rítmica y el inestimable aporte del slide. ¿Nombres? Dennis Marion y Art Edmaiston, Anthony Farell, Anthony Cole y Todd Smallie y finalmente Andrew Trube. Por bandas como esta merece la pena el Azkena Rock. En el podium.

Llega el turno de otra banda que se acerca a los terrenos “sabbathicos”, que en esta edición eran unas pocas, por algo son los elegidos en abrir los conciertos en la gira de los actuales Black Sabbath. Uncle Acid & The Dead Beats descargan su potente sonido, pero no consiguen enganchar a una mayoría. Tal vez les sucediera lo mismo que a Troubled Horse, y aun dejando un digno recuerdo, el calor, horario o simplemente la reiteración de una fórmula vista unas cuantas veces obliga a darse un paseo por el lugar y aprovisionarse de víveres para afrontar la parte final, que comenzó con el reencuentro de Los Enemigos. Tras diez años de descanso volvíamos a ver la raspa como telón de fondo, y como si fuera la primera vez, impacientes en volver a escuchar y ver a los chicos. Salen arrolladores con “El ataque de los Hombres Bruster” y suenan como si hubieran permanecido unidos todos estos años. Se sienten cómodos, suenan conjuntados y los coetáneos cantamos, bailamos, sentimos muy dentro la voz de Josele, el ritmo que impone Fino, la guitarra afilada de Manolo, y la contundencia de Chema “Animal” con las baquetas. Como si de un efecto dominó se tratara, nos sacuden con clásicos, prácticamente himnos generacionales. “La cuenta atrás”, “Septiembre”, “Desde el jergón” o un especial “John Wayne”, dedicado a James Gandolfini, a quien se le rinde tributo durante los dos días en las pantallas. Una de las bandas que en su momento crees que no volverás a disfrutar en directo, y al acabar su actuación no puedes más que dar las gracias.

Dado que el escenario iba a ser el mismo, decidimos permanecer en el lugar en que despedimos a los madrileños para dar la bienvenida a Gov’t Mule, que más tarde se convertirían en uno de los puntos de discordia del festival. Mientras vemos como cambian el escenario, se escucha algún que otro “¡Mira, ese es Warren!” (dirigido a su roadie-doble que probaba las guitarras), cambiamos impresiones, comentamos las mejores jugadas y de repente, una fuerte ovación. Calurosa bienvenida para el cuarteto, saludos al respetable y comienza la fiesta con “Steppin’ Lightly”, pero el sonido no acompaña a uno de los conciertos que debía sobresalir. Algo no funciona, y en el rostro de Warren se dibuja cierta preocupación mirando a diestro y siniestro. Siguen los problemas técnicos y la inquietud va en aumento, los cambios de cuerdas son constantes por parte del técnico, la voz no se distingue con nitidez y en ocasiones salta algún acople traidor, algún bajo atronador, el amigo Matt no termina por imprimir vigor a su batería, y tanto Jorgen como Danny parecen no entender la situación. Por si esto fuera poco, la elección del setlist o el tratamiento que le dan no termina por agradar al público, que tal vez esperaba una actuación más potente. Y conste que estos tipos en modo standby son capaces de noquear a quien se les ponga enfrente. Tienen un curriculum de esos de quitarse el sombrero, envidiable, y aunque haya en el lugar tantos hipotéticos guiones como asistentes, su set, por muy complejo que sea el enfoque, donde suenan obras como “Inside Outside Woman Blues”, “Bad Man Walking” o “Thorazine Shuffle”, nunca puede ser malo. Diferente quizás, Inesperado también. Tal vez los amplios desarrollos terminaran por minar los ánimos del parte del personal, y aunque hayamos tenido mejores experiencias frente a ellos, un directo de esta gente siempre guardará una pequeña joya. Un guiño que sólo tu fuiste capaz de observar. Un instante brillante, como la despedida, donde fusionaron en una visión reggae “I’m A Ram” y un masivamente jaleado “All You Need Is Love” de Beatles. Agradable final.

Cabía la posibilidad de resarcirse con The Gaslight Anthem, que gozan de tratamiento como banda principal, y hay un buen porcentaje de la audiencia que tienen que verlo para creerlo, por lo que habrá que aprovechar la oportunidad. Comienzan enérgicos con «Handwritten”, título de su último álbum, apostando muy alto, poniendo toda la carne en el asador, a la postre tónica de su intervención. Tal es así que a la tercera llega el turno de “45” y un dicharachero Brian Fallon sorprende al personal recordando lo sucedido 24 horas antes, preguntando por los cuervos, rasgando de su Les Paul las notas de “Twice Is Hard“ y más tarde “She Talks To Angels”, llegando a afirmar que ellos no tienen obras tan grandes, y haciendo que alguien se pregunte… “¿Pero este tío está loco?” No está loco, defiende su música, su sonido fabricado como si golpearas un muro, constante, homogéneo, hasta trepidante, y quienes se quedaron disfrutaron del rock ‘n’ roll que proponen con canciones propias como con covers de Ramones (“Bonzo Goes To Bitburg”), o la impresionante “Baba O’Riley” como fin de fiesta. Demostraron honestidad, se dejaron la piel en el escenario, sonaron poderosos en “Mulholland Drive” o “American Slang” y la presencia de Ian Curtis (recuerdo para Manchester) en el ahora quinteto, dota de mayor versatilidad y consistencia a una banda que tras su paso por Vitoria-Gasteiz seguro que cautivó a más de un infiel, porque se veían caras de satisfacción en el trayecto hacia la carpa para contemplar a Walking Papers, que tenían uno de sus atractivos en Duff McKagan, pero no pudo ser y en esta ocasión el cuarteto se convirtió en trío. Salieron airosos del trance. Jeff Angell se dejó las cuerdas vocales en la llanada alavesa, porque es una fiera en el escenario, 100% actitud con el micro y la guitarra. Pocos teclistas habrá que se muevan tanto e impriman la fuerza, calma y compás como Benjamin Anderson y Barret Martin a las baquetas, simplemente brillante. Lo afrontaron con profesionalidad, ofreciendo un set directo a la mandíbula, sin concesiones, deslucido por momentos debido al sonido, pero efectivo. Potente. Presentaban en sociedad el que de momento es su único disco en el mercado, el homónimo Walking Papers y terminaron por convencer a los congregados, que por horarios o cansancio empezaba a menguar de número, pero quienes estuvieron en el lugar adecuado y en el momento preciso, disfrutaron. Otro de los regalos que ofrece este festival, que una vez acabado habrá que ir pensando en el siguiente. Unos, pensando futuros nombres para añadir a la lista. Pensando en los quebraderos de cabeza que supone la organización de este evento, peleando con managers, instituciones, firmas comerciales, con todas esas variables que desconocemos desde fuera pero analizamos libremente como si fuera nuestro trabajo. Otros, pidiendo o suplicando por fulano, por mengano. Pensando si las fechas pueden ser mejores o peores, si se pueden compatibilizar con el trabajo (quien afortunadamente tenga), con la familia o con esa economía cada día más apretada.
No creas que dejamos en el tintero a Rocket From The Crypt, los encargados de bajar la persiana, de poner un broche de oro a dos intensos días con una actuación esperada. Pero todo se quedó en un intento y echaron la persiana desde dentro, porque la apuesta de los mariachis… Tedio y aburrimiento. Una pena de cierre, pero pensemos en positivo, pensemos en el 2014. Año en el que volveremos a pisar Mendizabala, nos reencontraremos con gente de diversos puntos con quien compartimos aficiones y afinidades, con quienes gracias a la tecnología, mantenemos una estrecha relación a distancia, una bonita amistad alimentada con el Rock n’ Roll como punto de partida, con quienes coincidimos una vez al año en una cita que se me antoja de obligado cumplimiento, una cita insustituible. Unos días de intensas emociones que volveremos a vivir cuando suene “Hell’s Bells” como bienvenida. Pasión. Alegría. Cuando las campanas suenan. Keep On Rockin’!!!








