Cuando recibimos la noticia de un nuevo elepé de los maños Montana Stomp, eso sí, con caras ilicitanas y cantante femenina al frente, nos sobrevino una fuerte emoción porque su estreno nos provocaría similares impresiones y figuró en bastantes almanaques del año 2022. Por lo tanto, su reválida podría confirmar los buenos augurios de ese preliminar e incluso, por qué no, ensanchar su ratio pues segundas partes son, pese al conocido axioma, más detallistas y relevantes. En aquel entonces fuimos aconsejados por una voz autorizada sobre la existencia de una banda zaragozana que, probablemente, captaría nuestra atención, y así fue. El soplo recibido tornó inmediatamente en estupefacción y en un pispás caímos en sus redes. Cedimos a su empuje y fuimos engullidos por el profundo torrente vocal de Susana y el excelso desahogo instrumental de unos compañeros que enganchaban eludiendo piruetas arriesgadas, juegos malabares o rimbombantes trucos de magia. A saber: Adrián, Beto, Óscar y Josete, en batería, bajo, guitarra y órgano respectivamente. Un organigrama sustancial y absolutamente dinámico. En cuanto a posiciones, una formación con factibles avenencias respecto a otras hermandades que pululan por el planeta, pero al margen de esos parecidos razonables que no vamos a negar existan, cada artista, y en este caso Montana Stomp, merecería cálculos o glosas por su propia competencia, por su música, por su condición o su desafío personal.
Cinco segundos de la obertura “Rock And Roll Wheels” bastan para intuir la casta de un conjunto que, dicho sea de paso, es cristalino y transparente como el título propone. Con soltura y arrogancia bien entendida caminan por una ruta americana llena de encrucijadas y bifurcaciones, de opíparas fuentes y orígenes áridos o peñascosos, y tan variable como las alternativas atmosféricas de “The Horse And The Hill”, parábola convertida en idea, idea en encabezamiento o encabezamiento en columna vertebral. Volvemos al significado de rock and roll. Volvemos a unas conjeturas que, una vez armonizadas y hasta concebidas, revelan no solo el alcance de su tendencia sonora, sino el sentido artístico de una obra cuya envoltura es una fiel demostración de su carácter y desenvoltura. La libertad de un caballo salvaje, la colina, la intensidad representada en vivos colores, la inmensidad de espacios silvestres, la paz, el ocaso y la luz. En ese dilatado espectro de vínculos o sensaciones, encontramos la seductora “Maybe That Day” que ataca en lo más profundo del alma gracias a su elegante tratamiento y una base musical que en cierta manera esclarece la orientación del quinteto. Apego por los doce compases. Atracción por las raíces y sus diferentes variantes. Simpatía por el diablo y los nirvanas verosímiles gracias a ese acaso que insiste e implora introduciéndose en la mente: Maybe that day, maybe that day…
En ese terreno melancólico o reflexivo en el que administran canciones como la mencionada, la desgarradora “Unbroken” llamada a embrujar a distintas audiencias o la titular, crecen sus posibilidades pero ni mucho menos deberíamos desestimar la potencia de extenuantes fases tipo “Bad Choices” o la pletórica frecuencia “Troubled Sinner”, contagiosa pulsión funky que remata con entusiasmo un trabajo que, según la información recabada, fue grabado a la vieja usanza. Al igual que en su ópera prima, en Audio Feeling de Zaragoza con Diego García como responsable de la grabación. Ahora, como artífices de las composiciones, Montana Stomp, aunque imaginamos que su gestión y elaboración habrá estado coordinada y, en consecuencia, todas las partes beneficiadas. La banda, el sector técnico, el disco y, posteriormente, la gente en general, porque “The Horse And The Hill” es un excelente ejemplar de rock and roll en su extensión, aparte de una canción a la que no íbamos a dedicar una escueta referencia. Es su reto y su propósito. Una muestra de astucia tutelada con refinamiento por un Hammond complaciente con un resbaladizo slide que progresa entre algodones, progresivas combinaciones y tiernas peticiones. Una confidencia, la razón o el sueño. La necesidad de salir a la carretera con canciones llenas de vitalidad o de esperanza como “Big Blind Special”, absoluto delirio necesitado de pocas explicaciones porque los cuerpos experimentarán un número indeterminado de convulsiones, o “Bourbon Call”, la huella campera que obligará a llevar los pulgares al cinturón y taconear al ritmo del popular Country Line o, simplemente, seguir los pasos de Montana Stomp.
