The Walk On Project apunta, dispara y acierta una vez más con WOP Festival | GR76


Viernes 3 de octubre de 2025 en la sala Stage Live, Bilbao

Una vez más, aunque no hayamos podido estar presentes en todas ellas, asistimos a una nueva edición del WOP Festival que contaba con la participación de tres bandas queridas en esta casa: Kleejoss, King Sapo y The Bo Derek’s, que en ese orden actuaron en la sala Stage Live de Bilbao. Por cierto, y teniendo en cuenta el valor de oficiantes y organizadores, probablemente la llamada no consiguiera la repercusión que ambas partes habrían querido, pero esto fluctúa así, qué le vamos a hacer. Volviendo al tema central, ese mismo fin de semana la fundación The Walk On Project programaba otros eventos además de un festival que con el paso de los años se ha convertido en una reunión especial, pues, al margen de ser la piedra angular (o al menos la de mayor alcance, bajo nuestro punto de vista) de una iniciativa nacida con el ánimo de potenciar la conciencia social en bastantes direcciones, es una celebración con alto componente familiar, particularidad que nos gusta resaltar. No pocas veces hemos escrito o subrayado la inmensa labor que realiza la asociación (y otras de mismo carácter) intentando dar visibilidad a las enfermedades neurodegenerativas, financiando proyectos terapéuticos o de investigación, sobre la organización del propio festival y el porqué de su presencia, así que convidamos a quien precise más información visitar su página oficial o la nuestra donde encontrará algunas referencias.  

El orden del día venía dispuesto como ya hemos apuntado, y puntuales aparecieron unos Kleejoss transformados en terceto tras la publicación del disco que cerraba una etapa, “Live X”. Poco más que añadir a tan determinante enunciado. Diez años de búsquedas y esfuerzos, de actuaciones y ensayos. Diez años batallando como formación de a cuatro y ahora, como triunvirato: Luis, Jossico y Nacho. Mañosos los maños. Díscolos y taxativos cuando tienen que soltar un rapapolvos llamado “Ladrar o Morder”, bienaventurados a la hora de contagiar su felicidad entre la audiencia por medio de “Afortunado” o absolutamente resplandecientes interpretando “Shine On” entre tinieblas y contraluces, que por otra parte sería la tónica lumínica a lo largo de la velada. Precisos y categóricos seduciendo al personal vía “Keep On Hating Me” donde sobresalieron individualmente y en concreto el diestro guitarrista que se multiplica por aquello de hallarse como único especialista, o en una inspiradora “Malvenidos” que aunó cumplidos de la audiencia; arrebatadores con una de sus canciones fetiche o, para ser más exactos, una de sus múltiples muestras de agradecimiento: “Plasticland”. Esos agradecimientos van en las dos direcciones, porque estos hijos (klijos que nos gusta utilizar) del desierto, como bien señala habitualmente Kleiser al presentar su primera composición, “Desert Blues”, se han ganado el respeto del público que ha respondido, generalmente, con afecto, con aplausos o pocas señales de ser “Invisible” ante su perseverancia o ante testimonios de orgullo como “Ode To Naiads”.

Cogerían el testigo sus viejos camaradas King Sapo, con quienes han compartido escenario en varias ocasiones y a quienes invitaron a esa celebración de onomástica celebrada en Zaragoza por estas fechas el año pasado. Teníamos el pálpito de que su participación sería impactante o cuanto menos electrizante porque esa impresión nos hemos llevado en las performances que hemos podido degustar, pues su actitud es impecable y sus canciones se atienden y maduran puesto que sus parábolas pueden ser utilizadas como provecho propio. Sus canciones son su gran baza ya que tienen nervio, tienen un reflexivo contenido y un continente seductor. Además, en ese pálpito cabía la posibilidad de caer de nuevo en su psicotrópica telaraña de libertad (“Libre”), voluntad (“Fénix”), realidad (“Hombre Humo”) y verdad (“Hasta Nunca”), precisamente la canción que abrió la Caja de Pandora y… Desde ese instante el ritmo cardíaco aumentó progresivamente a cada minuto, en cada aporte personal, en la magnitud de una bacanal de rock and roll que huye de formulismos y se aferra a los estrépitos de un “Desorden” creativo que poco tiene que ver con el desbarajuste y mucho con la independencia artística reflejada en la camaleónica guitarra de Andrés, en las depuradas cuerdas vocales de Jesús, en la incesante conducta de Alberto o en el enérgico pulso de Ramiro. En emblemáticas canciones como “Afrodita Blues”, como “Natural Blues” de Moby que acostumbran descifrar en sus funciones y aparece en “El Dios de América”, su último y recomendable álbum o como la inmaculada “Niño Gurú” que dio por concluido el recital.  

La noche giraba en torno a la clase trabajadora como bien dicta su último trabajo, “Working Class R’n’R”, iba de esforzados de la carretera, de euforia y optimismo. Aparte de los ya citados, y desde las rías baixas, otros tipos curtidos en tabernas, guaridas y guateques: The Bo Derek’s, otros currelas de este oficio que exige mucho sacrificio para tan misterioso beneficio… En el aspecto material, porque en el anímico no tiene parangón. Tan solo con escuchar “Tanto Gilipollas (y tan pocas Balas)”, su primera embestida, pocas dudas puede haber sobre el proceder de Óscar, Jorge y Rufus, tripulación de una locomotora de viejo rock n’ roll a pleno rendimiento que instiga u obliga a viajeros y excursionistas a incorporase a ese rebelde ferrocarril cuyo leitmotiv es ser “Más Rápido que Tú”, “Salvar el Rock and Roll”, increpar a cualquier “Pringao”, pregonar a los cuatro vientos “¡Viva Cristo, me cago en Dios!” o suplicar, por qué no, que “Alguien que cuide de mí”. Sin pausas. Sin apenas descansos excepto para soliviantar un poco más al personal con las irónicas arengas del chamán Avendaño que recuerda, o se acuerda, de personajes temerarios o de miserables situaciones que revelan la baja condición humana que hoy en día gobierna el planeta. Inconvenientes que por unos minutos olvidamos gracias al soul de “Nutbush City Limits”, gracias a los vientos imaginarios de “Sal los Jueves”, al apremiante rhythm and blues de “El Diablo”, el shuffle trotón de “Hey, Baby”, sus significativas ondas setenteras presentes en “Como Mickey Rourke” o sus extravagantes alegorías garageras de, obviamente, “Atrapado en el Garage”. Nos atraparon y convencieron una vez más no solo los Bo Derek’s, King Sapo o Kleejoss, sino WOP Festival.

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