Sábado 27 de septiembre de 2025 en Bilborock, Bilbao
Noche de emociones y devociones. Noche de éxtasis, quebrantos y contrastes porque el Skulls Metal Bar de Barrenkale celebraba su decimoquinto aniversario en un Bilborock que se suponía pequeño para una fiesta amenizada por bandas afines al local como Alma Culter y unos The Wizards que, semanas atrás, adelantaron oficiarían su última ceremonia el sábado 27 de septiembre de 2025. Una noche de agridulces sensaciones, pues se trataba de una fecha señalada y contradictoria a la vez. Los dos caras de la moneda, o mejor dicho, los dos lados de la balanza. Por uno, la efeméride de la taberna. Por el otro, la nostalgia, el sabor agridulce, el se acabó. La tristeza de un adiós que no habríamos querido sucediera, aunque desde un punto de vista muy generalizado y como fervientes seguidores de sus ritos y escritos, prefiramos verlo como un hasta luego. Resulta complicado predecir el futuro, no cabe duda, pero maese Mason se encargaría de dejar, si bien lo hiciera con su característica socarronería, la puerta entreabierta a un hipotético retorno. Eso sí, sería como banda tributo a The Wizards, que quede claro. ¿Nos gustaría que se diera la circunstancia? Por supuesto, no hace falta ni enunciar la pregunta. ¿Sucederá? Nos remitimos a lo apuntado. El futuro es impredecible.
Así que debíamos estar presentes en el lugar elegido para la asamblea: Bilborock. Un templo del jolgorio y el encantamiento, un auspicio terrenal de fantasías y deidades que huye de dogmas y reverencia distintas disciplinas artísticas. Un oratorio secular que presentaba una imagen sensacional, pues mucha gente devota se personaba por las inmediaciones horas antes de comenzar. Los tickets, que se se encontraban disponibles como antaño, es decir, sin gastos de envío en sitios puntocom y en únicos puntos de venta cara a cara, se agotaron días atrás. El aforo completo que relucía en la puerta de acceso era un síntoma inequívoco de las ganas del personal y nadie, o al menos quienes pudimos adquirir la entrada, quería perder la oportunidad de agradecerles estos doce años de rock n’ roll eufórico y atronador, rock n’ roll en su máxima expresión. La marmita de los brujos admitía todo tipo de condimentos, si bien es cierto que las esencias metálicas predominaban en sus compuestos, y puede que sus sudorosas y ensalzadas actuaciones hayan acrecentado su prestigio. Sin embargo, ambos asuntos iban de la mano. Sus canciones o sus grabaciones eran la simiente idónea para recoger los frutos en las actuaciones y estas funcionaban como pretexto para componer nuevas piezas que más tarde presentarían en vivo. Círculo vicioso, vasos comunicantes, un beneficio circular.
Al convite estaba invitada la banda Alma Culter que, liderada por una mujer experimentada en el entorno heavy bilbaíno como Marilu, dinamitó la instalación sin escatimar un ápice de entrega durante el tiempo concedido. Ejercer como banda de apoyo de los jefazos Wizards debe ser una gran experiencia y una especie de privilegio, algo que también manifestó la cantante en alguno de los intervalos. También agradeció a los miembros del Staff del Skulls la ocasión brindada, recordó la barbarie que está sufriendo el pueblo palestino así como otras muchas atrocidades que suceden en la actualidad obteniendo la aquiescencia del público, levantó el puño reclamando los derechos de la mujer, se mezcló con el público, derrochó pundonor… ¡y qué demonios! La sala, la asistencia y los motivos de la emotiva congruencia eran razones más que suficientes para exteriorizar alegría, aunque esa alegría no fuera felicidad total porque una llama se apagaba. El ambiente era enigmático y melancólico, alegre pero apenado. Aun así, el cuarteto se empleó a conciencia y presentó alguna de las canciones que compondrán su nuevo álbum como “Infierno” o “Cara a Cara” que utilizarían como broche final, así como otras más talluditas tipo “A todo Gas”, “Mi Ley” y otras de sintomáticos enunciados como “Grita”, “Princesa”, “Resiste” o “Caos” que en cierta manera esclarecen su postura política y social.
Llegaba la hora del réquiem, llegaba un suspiro para la eternidad. Se acercaba el momento cumbre y las posiciones de vanguardia se iban calentando con la llegada de congéneres voraces mientras la Crew se afanaba en el cambio de ornamentos y retablo, ya que la efigie alada de la hermandad presidió el proscenio desde los preliminares. La mente se evade, el corazón late a toda velocidad, las extremidades flaquean y de repente, aparecen en escena al son de “The Exit Garden”, ese profético edén convertido en aciaga realidad, las siluetas de Dave O. Spare (baterista), Baraka Boy (bajista), Phil The Pain (guitarrista), George Dee (guitarrista) e Ian Mason (cantante), alias que evidentemente no íbamos a dejar de utilizar en el epílogo. Por cierto, siempre hemos descrito al barítono de la cofradía como un híbrido entre su tocayo Astbury, el Príncipe de las Tinieblas y el Rey Lagarto, de quien adoptaría su semblante cuando entonó el famoso “this is the end…”. Cómplice guiño. Un fuerte escalofrío. Sí, era obvio, lentamente se aproximaba el ocaso y cuando los lobos aullaban a “Full Moon In Scorpio” o las aves nocturnas atrapaban a sus presas, los brujos cerraban su “Circle Of Time” oficiando un último ritual en la abadía donde, años atrás, ejercieron cual chamanes. En aquellos fastos de “Curse Of Hecate” liquidaron adeudos interiores y conquistaron nuevas haciendas con el inestimable amparo del todopoderoso Lucifer o acaso al príncipe Mr. Gurdjieff que (ambos) aparecen en sus invocaciones. Entonces se alzaron victoriosos en el añorado concurso internacional Villa de Bilbao en el apartado metal y a partir de ahí…
A partir de ahí llegaron nuevos prontuarios, nuevos monasterios donde pregonar su evangelio, celebrar sus akelarres o recoger ánimas descarriadas en “Equinox Of Fire”, entre las tinieblas de “Crawling Knights” o en dondequiera que se desplazaran, ya fuera en la vieja Europa, en tierras celtas, Al-Ándalus o Lusitania, diócesis en las que han exhibido su poderío y difundido una doctrina que, lamentablemente… Sí, camaradas. La Wizards Army está de luto aunque esa sea la tonalidad habitualmente utilizada porque, el pasado sabbath, fue su “Conjure” final. El pasado sabbath sucumbimos una vez más al profundo abismo sensorial de “V.O.I.D. (Vision Of Inner Death)” y nos hicimos unas cuantas “Questions” trascendentales cuando las guitarras mostraron, enérgicas y orgullosas, todo su esplendor en una “Halftones To Eternity” enloquecedora que provocó el delirio entre un público entregado que compartía lágrimas y júbilos, dichas y sollozos. Anteriormente, la revolucionaria “Oniros” obró como tal en las psiques de la absorta asistencia dadas las plegarias y la ambivalente cadencia que comprimía y enfurecía a partes iguales. La asistencia habría querido que esa performance se prolongara en el tiempo incluso en el espacio, pero debía concluir. Debían agradecer a la afición el apoyo mostrado, y para ello, nada mejor que una purga con la que alcanzamos una fase espiritual que aún esta por determinar, con la perenne “Stardust”. Pletóricos y exultantes Wizards. Apoteósicos. Citan a Ander, a quien podríamos considerar sexto miembro de la congregación, y entre exclamaciones, colectivos cánticos, aplausos, ovaciones, clamores y múltiples agradecimientos, se despidieron bajo las bóvedas de un rebosante Bilborock que vivió, sintió y vio el robusto pacto de los brujos, extraordinario conjunto surgido de las catacumbas de Bilbao. Seguiremos implorando a “Calliope (Cosmic Revelations)” y trepando las incandescentes pendientes de “Holy Mountain Mind”. Gracias, muchas gracias por los sortilegios, chicos.







