Viernes 7 de febrero de 2025 en Bilborock, Bilbao

¿Puede haber un fórum mejor que Bilborock para la presentación de “Phoenix”, la última grabación de Mississippi Queen & The Wet Dogs? Difícil respuesta, puesto que son bastantes y buenos los que conviven en el botxo, sin embargo este espacio tiene razones más que suficientes como para abrir sus puertas en tan señalado día. Las resumiríamos todas en una palabra: capacidad. Tanto para acoger todo tipo de artes escénicas como para recibir público, en cuanto a equipamiento y en su desempeño organizativo, porque funciona como enjambre cultural y ha concedido primeras oportunidades siendo testigo, además, del crecimiento de un elevado tanto por ciento de artistas y bandas locales desde que naciera hace veinticinco años. Bueno, en realidad esa efeméride se celebraría el año pasado, así que deberíamos sumar uno más y, curiosamente, nuestros protagonistas están de aniversario también. Diez años, un decenio, una década entregando amor y soul en lugares de todo tipo, recibiendo algún que otro galardón, actuando en grandes festivales o en plazas más reducidas, venciendo a los miedos y enfrentándose a las circunstancias con la perenne sonrisa en sus rostros, una de sus grandes cualidades compartidas por todas las personas que han pasado por la banda. Y esa es otra gran razón, en este caso, para no faltar a la cita.
Mantener una banda de rock no es tarea sencilla. Hay un largo listado de variables, asuntos y actividades a poner en la balanza, pero en este tiempo y ese aspecto Mississippi Queen & The Wet Dogs han contado con la complicidad de quienes han compartido horas de ensayos, furgoneta y escenarios. La lista es tan extensa como las variables, pero Aitor e Inés, Inés y Aitor permanecen estoicamente desde el inicio, no en vano la iniciativa fue suya, en formato dúo dieron sus primeros pasos y así les conocimos aunque estuviéramos al tanto de antiguos proyectos en los que figuraban. Mirando hacia atrás, los años han pasado en un pispás, y de sus primeros repertorios en binomio acústico han pasado a un electrizante quinteto que mantiene el soul, el góspel, el rhythm and blues, el funk o cualquier otra variante de música afroamericana como especialidad de la casa. Buen reflejo de ello es “Phoenix”, el disco que lanzaron a finales del año pasado e interpretarían ante una multitud dispuesta a vibrar, sudar, brincar, bailar, cantar, emocionarse o darse mutuos achuchones con canciones que llegan al corazón la semana pasada. Canciones como la rompedora “I Found A Love” publicada como single del álbum que, vista la extraordinaria respuesta del personal, se convertiría en uno de los momentos cumbres de una noche de máxima expectación.
Ese interés se pudo comprobar en la extensa hilera humana montada en los prolegómenos alrededor de la antigua iglesia convertida en santuario. No sabríamos especificar si alcanzábamos un llenazo, pero si no se consiguió sería por centésimas, porque la sala estaba a rebosar. Se percibían las ganas y cierta inquietud entre la gente porque se alargaba la espera, pero en forma de incesante goteo fuimos ingresando en una estancia que nos recibía con sus majestuosas bóvedas en tonos púrpuras, moderada temperatura en contrate con el fresco exterior y una tarima engalanada con floridos ornamentos y mucho instrumental. Sabíamos que para la gala reservaban varias invitaciones que desvelaron durante los días precedentes, así que particularmente tampoco nos sorprendió sobremanera, pero… Los nervios asoman y se manifiestan en forma cutánea cuando se apaga el sonido ambiente, se abre la puerta del camerino y… “¡¡Son siete…!!” Que se puede escuchar entre el efusivo recibimiento, y tras un leve desliz, comienzan con sus comienzos rescatando “Signed, Sealed, Delivered (I’m Yours)” del señor Stevland Hardaway Morris, conocido mundialmente como Stevie Wonder. Al quinteto formado por la pareja ya citada más Ander Alonso en la batería, el organista Mikel Núñez y el bajista Jon Ander Amigo, había que añadir la presencia de Libe Urrutia y Noa Eguiguren en los refuerzos vocales. Posteriormente más representantes de la escena bilbaína se incorporarían, pero vayamos paso a paso mejor.
Con el contagioso ritmo funky “Get Back Up” abren su particular Caja de Pandora, y en un creciente tramo final que exige colaboración ejerciendo a su vez de termómetro, pocos esfuerzos se entregan desde el escenario, porque la afluencia responde colectivamente antes de ser preguntada. Buen presagio. Gran ambiente. Relevante señal. El público demostraba así que los deberes estaban hechos y que en cierta manera conocía el percal, aunque siempre habrá nuevos hallazgos, inicios, primeras veces o bienvenidos consejos que son inherentes al rock and roll y por ende, a la vida. Esa es la temática de sus canciones. La vida y sus entresijos, sus vicisitudes. Los principios y los precipicios, los dilemas y las enmiendas, los sueños y las realidades, las cicatrices, las esperanzas, la búsqueda y el amor. Los sinsabores y los valores. Tras la premiada “Welcome Home” acogida como dicta su enunciado, aparece en escena Pablo Almaraz para colaborar en la sensual “Lucky Red Dress” y la verdad, el aporte de la armónica se antoja cuasi indispensable, porque queda fetén aumentando así su poder seductor. Los aplausos arreciaban e Inés pregunta con picardía si debían continuar con ese sexteto, lo cual sería replicado con una rotunda afirmación. La popularizada por Ann Peebles “Slipped, Tripped And Fell In Love” es festejada por todo lo alto, y después de un explosivo triángulo de expeditivas aristas y ángulos cegadores formado por “Try Me”, “Cold Hands” (parábolas y coordenadas) y la clásica de Irma Thomas “Baby Don’t Look Down”, le tocaba el turno a un Gonzalo Portugal que, Telecaster en mano, accedió entre muestras de jovialidad.

Esa guitarra traía consigo un slide, y tras la debida introducción (conocemos su porqué así como del resto de canciones, pero eso queda en su contexto y el directo, así que en caso de desconocerlo, ya sabe usted qué debería hacer), la ciudad que nunca duerme asoma en Bilbao por medio de “NYC” y a través del poderoso, fulminante y distinguido bottleneck del amigo Portugal que continuaría sentando cátedra en la acertada cuarta versión de la noche, “Save A Seat For Me” de BB King. La gente seguía en estado de ebullición o abstracción y Libe Urrutia da unos pasos al frente abandonando momentáneamente la posición de coristas y adoptando un papel solista en “I’m Yours”, circunstancia que más tarde calcaría Noa Eguiguren en la ya citada “I Found A Love” después de la aparición de un hombre que completaba la nómina de artistas: el saxofonista Alain Sancho. Al igual que los anteriores, tenía asignadas dos canciones (“Don’t Wait Up” y “Running To You”) en las que dejaría su impronta y su concordia con la banda, puesto que son muchos los años de confidencias y colaboraciones. Un himno más, esta vez “Try Matty’s” de la gran Aretha y el soul brilló emitiendo rayos de entusiasmo cuando la cariñosa dedicatoria “Ray Of Sunshine” obligó al acompañamiento masivo del convulso auditorio. Síntoma inequívoco de la trascendencia de un momento que no se repetirá.

Evidentemente, Mississippi Queen & The Wet Dogs tendrán más oportunidades, representaciones y parajes incluso países por delante a visitar, pero el show del viernes 7 de febrero en Bilborock queda archivado como insólito porque, y como manifestara Inés, complicado será que vuelvan a lanzarse al vacío con el escalofriante arrullo “Song For Sylvia” con el que comenzaron el típico fragmento suplementario, o sea, el bis. Bajo la tenue iluminación y pleitesía por parte del respetable, las tres mujeres demostraron su excelencia vocal así como gran compenetración con la única compañía instrumental de Aitor. Por cierto, no habíamos olvidado al fornido guitarrista, que se lució con la eléctrica, la acústica y en un pequeño speech que lanzó mediado el concierto, ni mucho menos al resto de compañeros. Agazapado en la retaguardia, Jon Ander se mostró eficaz con las cuatro cuerdas, Mikel realizó un trabajo imperial en el órgano y Ander, un tipo resolutivo que, aun permaneciendo sentado, transmitió energía y meneo desde la batería. Como broche de oro, la compañía en pleno despidió la noche agradeciendo a todas las partes (equipo técnico, asistentes, profesionales, familias, amistades y sala) y como corresponde. Con un templado y participativo blues más el apremiante y no menos participativo estribillo de “Mercy” de Duffy. Aplausos, reconocimientos, sonrisas y abrazos. Éxtasis. Un brindis por Mississippi Queen & The Wet Dogs.






