La bilbaína Mytho cedió ante la intensidad, actitud y profundas raíces de Ghalia Volt | GR76


Sábado 8 de febrero de 2025 en Sala Mytho, Bilbao

Cuando supimos el itinerario de su recorrido, difícil sería, a no ser que se nos cruzara un gato negro, se nos rompiera un espejo o nos sucediera algún otro infortunio considerado de mala suerte, que no acudiéramos a una de sus paradas. Afortunadamente, nada de esto sucedió y, pese a una inoportuna lesión lumbar (que persiste aún) sobrellevada a base de analgésicos y puntuales masajes dorsales, conseguimos estar en el fragor de la batalla porque, de alguna manera, estábamos cuasi obligados a corresponder a Ghalia Volt. Días antes de comenzar el asalto europeo, y pudiendo rechazar el cuestionario, nos atendió amablemente aunque seamos una minúscula y modesta (pero orgullosa) fracción dentro de este maremágnum cibernético que comprende dónde están sus límites y por supuesto, sus metas. En todos los órdenes de la vida comenzamos desde cero y es una circunstancia que nunca deberíamos olvidar. La propia Ghalia sabe perfectamente, por ejemplo, de dónde viene, conoce sus raíces sociales y musicales, tiene muy presente las dificultades que ha debido franquear y muy claro que hay que picar piedra constantemente, algo que por desgracia no abunda en el vecindario.    

Será mejor que obviemos estos azares y nos centremos en la actuación de esta belga afincada en New Orleans y sus compañeros, el estiloso organista Jay Stiles y el hechicero baterista Daniel Pérez que demostraron su excelente nivel en conjunto y por separado. En nuestro registro particular teníamos un par de experiencias frente a Ghalia y dos diferentes versiones. La primera, junto a una audiencia masiva (la eterna pelea entre el acceso libre y el paso por caja) a orillas de la ría veinte meses atrás y en cuarteto. La segunda, hace siete meses defendiendo su propuesta en solitario en la plaza techada de un espacio a cielo abierto, por lo tanto, la tercera sería distinta en cuanto a formato, pero… Pero terminaría como la primera, con una enfervorizada Ghalia animando al público a ritmo de “Shake Your Moneymaker” desde cualquier plataforma a la que se pudiera encaramar. Tremendo final, un cierre aclamado que confirmaba su compromiso y fuerte personalidad que había dejado patente en algunos lances del show. Algo que el personal pudo corroborar así como su solvencia con las cuerdas vocales y las seis de una guitarra que manejaba con absoluta pericia ya fuera con fingerpicking o con púa, en los solos o en los ritmos, con un slide que no abandonaría salvo en casos puntuales o el wah-wah.

Todo sucedió como suponíamos. Con mucha intensidad y gran actitud por parte de los tres desde que salieron entre aplausos, si mal no recordamos, con una electrizante “Can’t Have It All” que revelaba el carácter y la arrolladora capacidad del terceto. Al menos eso anotamos, aunque puede ser que erremos con el prólogo. Ahora, no lo estamos si certificamos que fue una gran ponencia sobre los diabólicos doce compases por medio de “Wade In The Water”, sobre todas sus ramificaciones o misteriosos cruces de caminos vía “Hell Is Not Gonna Deal With You” o sobre penetrantes embrujos que se apoderan de la psique gracias a instantes mágicos como el percibido con la extraordinaria “Insomnia”. Sobre psicodélicas dimensiones sostenidas por un generoso órgano que al mismo tiempo funcionaba como bajo en “Can’t Have It All”, sobre parábolas o pulsaciones tribales que enajenarían al público congregado cuando llegó el turno de “Told You Not To Tell” o sobre “Shout Sister Shout”, la última aportación discográfica que serviría como advertencia del simposium que impartiría respecto al slide. Sobre el tradicional blues vía “Meet You Down The Road”, el legendario rock and roll a través de “Po’ Boy John”, o sobre títulos no menos legendarios como “Mystery Train” que introdujera con chispa y cierta comicidad cuestionando la red ferroviaria de New Orleans y preguntado por el funcionamiento de RENFE o el celebérrimo “Rollin’ & Tumblin’” que siempre es bienvenido y serviría como momentánea despedida. Después llegaría el delirio comentado, el éxtasis colectivo. Una vez más, el blues venció por knockout.

Deja un comentario