Phoenix, Arizona. Phoenix, River o Joaquin. También es el nombre de una banda francesa de cierta notoriedad en el circuito indie y a partir de ahora lo asociaremos a la formación bizkaina (de mayor enjundia que los anteriores para nostoros) de alma negra Mississippi Queen & The Wet Dogs, ya que es el título elegido para su segundo retoño. Por cierto, viene traviesa, pícara, y tierna la criatura. Viene con ganas de plantar cara y demostrar a su hermano mayor, “Try Me”, que a bastante gente atraerá por su naturalidad, su desparpajo, su chispa o el afecto que demuestra en según qué situaciones aunque, por supuesto, ambos mantienen encendida la llama de la esperanza. Si hace cinco años anunciaban con absoluto alborozo y optimismo el nacimiento de su primogénito, en esta ocasión “Phoenix”, diferenciado de los anteriores por el entrecomillado, representa al ave fénix tanto en el enunciado como en el pintoresco diseño ilustrativo realizado por el galo Claire Tardieux. Suponíamos que los porqués de su encabezamiento caminarían en esa dirección, y después de hablar con Inés Goñi pudimos corroborar nuestras sospechas. Nuevos horizontes, renovaciones y nuevas intenciones eso sí, con la misma vitalidad reflejada con anterioridad. Buen ejemplo es “Welcome Home”, canción que abre el álbum y que en cierta manera emprendía la ruta.
Gracias a ella fueron galardonados en Galicia aquel año de infausto recuerdo, y desde entonces ha permanecido archivada, si bien era conocida y naturalmente, fue editada en espera de ese elepé que venían fraguando desde tiempo atrás. Este es, lamentablemente, el modus vivendi de las bandas independientes. Deben hacer encaje de bolillos con todo aquello que conlleva pertenecer a una banda de rock y sus deberes personales. Deben cuidar y administrar la economía de la banda que en no pocas ocasiones ahoga, porque los misterios de los royalties, los tejemanejes, los rompecabezas o los enredados laberintos son habituales. Pero no arrojan la toalla. Ni por asomo contemplan la posibilidad, y tras actuar regularmente durante estos años, reúnen una serie de canciones que conforman esta historia de amor narrada en ocho capítulos. Porque hay que verla y sentirla como tal, como una historia de amor que surge y resurge, que emprende y comprende, que perdona y castiga, que golpea y alivia. Una historia con sus puntos de encuentro y sus discordias, con sus románticos momentos, sus crispaciones, con sus normas no escritas y situaciones de vértigo que son absolutamente familiares para la inmensa mayoría de mortales. Y todo ello con un idioma universal, por medio de una fórmula que en múltiples circunstancias es aludida como la respuesta: el soul.
SOUL con mayúsculas aderezado, eso sí, con gotas rhythm and blues, retazos heavy, notas funky o retazos country. No hay que ser natural de Macon para que el soul recorra tus venas y te alimente el espíritu, si bien esta gente lleva tatuado Mississippi en su epidermis o en las entrañas y tanto su esencia, como el vasto espectro de impulsos musicales antes mencionados, les confieren cierta exclusividad puesto que sus componentes provienen de diferentes progenies. Códigos sin barras. Después de la alegre bienvenida en la que todos los elementos están perfectamente armados y podemos apreciar distintos ecos, acentos y modulaciones vocales de escándalo, llega “Get Back Up”, pieza que hostiga e incita debido a su demoledor compás. Se percibe el elegante órgano de Mikel, la seguridad de Ander atizando a diestro y siniestro con las baquetas y el vicioso groove de Jon con el bajo que arropan perfectamente a una desbocada Inés y la feroz guitarra de Aitor enseñando sus garras así como ese vibrato que efectúa con gran precisión. Por cierto, aquí surge un phoenix que podría proporcionar otra evidencia, otro indicio, otra conexión. Debería usted escuchar la canción y extraer conclusiones. Debería prestar atención a una “NYC” que pocas explicaciones necesitaría una vez ratificado el origen del acrónimo, sin embargo… Dulce fingerpicking, entrañable melodía… Delicada y sumamente equilibrada. Melancolía fraternal.
No han perdido un gramo de vitalidad, y durante el relato, que insistimos, aborda todo tipo de dichas, desdichas, incertidumbres, congojas o consuelos intrínsecos a la patata, el emblemático soul actúa de vaso comunicante de técnicas e ideas que activa las neuronas. Los singles “I Found A Love” y “I’m Yours” que en ese orden divulgaron, se antojaban representativos y en cierta manera acrecentaban el apetito por tener entre manos su nuevo material porque ambos contagiaban felicidad. El quinteto funciona a pleno rendimiento y, además, los estelares cameos de colegas como Noa, Iñigo, Libe o Leire eran lo suficientemente significativos como para desestimar este resurgimiento (pese a que no habían concluido el vuelo) de unos Mississippi Queen & The Wet Dogs que toman impulso con esta reválida. Baten sus alas con absoluta seguridad y planean sobre precipicios, sobre aguas turbulentas, sobre áreas metropolitanas o recónditos refugios. Esta última coordenada se llama “Cold Hands”, y es, o al menos así lo consideramos, otro punto culminante porque la voz de Inés logra encrespar la piel resultando un entreacto de esos necesitados de segundas oportunidades o más. Debería escucharla también al igual que la seductora canción de club del Harlem “Running To You”, dotada de encantos proclives al canturreo, la evasión o el coqueteo. Y como colofón, una serenata llamada “Song For Silvia”, la despedida en forma de arrullo (evidentemente, dedicada a la susodicha) cuya atmósfera y desnuda interpretación a voz y guitarra, simboliza el amor incondicional y a su vez, esta historia, estas viñetas, estos pensamientos y los movimientos de(l) “Phoenix”.

[…] el renacimiento, sobre la esperanza o el albur, y sobre ello también escribimos en su momento en GravelRoad76 incluyendo, más tarde, el álbum en los típicos tópicos almanaques anuales. Y ese futuro cercano […]
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