Martes 4 de junio de 2024 en Parque Doña Casilda, Bilbao

Se acerca la época estival y con ello, el tan deseado tiempo dedicado al descanso o relajación que no en todos los casos o en muchos apartados es tal, ya que con las prolongadas horas de luz asoma el Rock ‘n’ Roll. No es que falte el resto del año, pero llegan las programaciones de festivales y conciertos organizados por asociaciones y colectivos de todo tipo, por sociedades privadas y por instituciones públicas, caso del ciclo Musikauzo que concluirá el último de junio tras haber montado alrededor de cuarenta representaciones en diversos puntos del botxo. Pues el martes pasado se presentaba en el Parque de Doña Casilda Ibai García Blues Project, formación que en los próximos meses tiene previsto un buen número de actuaciones, lo cual es una excelente noticia en primer lugar para ellos y en segundo lugar para el público, para sus fans y para la gente que haya escuchado el nombre de la banda, algún consejo sobre la conveniencia de su sondeo o esté interesada en comprobar su condición. Que es notable, por cierto. Aunque sean viejos conocidos y hayan coincidido anteriormente en distintas bandas, su historia acaba de comenzar con “Chasing The Blues”, disco de explícito título que interpretarían casi al completo junto a alguna golosina más.

Puntuales comenzaron con el instrumental “Shrimp’s Eye Blues Shuffle” que pasa por ser una de esas golosinas que, según dijeron, compondrá su reválida. O sea, que el Blues Project tiene visos de continuar. Ahora, aún no sabemos cómo denominar la banda, porque en ocasiones se acompaña del apellido, en el disco aparece solo el nombre de su ideólogo con quien hemos conversado varias veces así como con alguno de sus integrantes sobre la cuestión y tenemos libertad para utilizar ambos apelativos. Continuaremos con el Ibai García Blues Project porque en esta historia todos han aportado su granito de arena, van aclimatándose unos a otros cubriéndose las espaldas y tienen su especial relevancia como demostrarían en los algo más de noventa minutos que estuvieron sobre una tarima un tanto justa para tanto cachivache y para unos tipos que precisamente pequeños no son. En el caso del baterista Aritza Castro, disponía una por separado y se atrevería, finalizando el show, con el micrófono principal con la espectacular “Going To Chicago”. Él mismo dijo en su presentación que bajaría el nivel con respecto a Charlie Santiago, el cantante del quinteto, pero entre nosotros, no solo se defendió, sino que salió victorioso del envite. Gran ovación.

Que, por otra parte, sería la constante de un concierto fundamentado en los diabólicos doce compases que el amigo Ibai domestica y propulsa con garra. Está de dulce el chaval. Le notamos más comedido o centrado, lo cual ni mucho menos es un menoscabo a su trayectoria, ni mucho menos. No van por ahí los tiros. Simplemente es una apreciación, quizás equivocada, pero una opinión con la que pretendemos ensalzar su actitud y sus soberbias dotes como guitarrista. Sus compañeros no le van a la zaga. Charlie Santiago es un extraordinario cantante que dejaría sin habla a algún espectador en los terribles agudos alcanzados en “I Still Care” o en la adaptación de “The Woman I Love” de Ray Gómez y Fernando Solla demostraría su dominio de las cuatro cuerdas así como un extraordinario shuffle en “Sweet Lies” o la otra adaptación del día, “Smelly Ol’ Dog Blues” de Scott Henderson en la que todos rayaron a gran altura. Vale, resta, queremos decir falta porque suma mucho, Isra Santamaría. Un fino organista. Un tío minucioso y entregado que asombra con la abundancia de recursos que posee y por el absoluto dominio de la situación como quedaría demostrado en “Don’t Wanna Lose Control” o en la bella “A One And Only Soul” con la que darían por concluida una función que no concluyó porque la gente quería más. La gente no renunciaba y viendo que aún había luz natural aplaudía sin cesar. Todos a sus puestos, interpretan la ya comentada “Going To Chicago”, y se despiden, ahora sí, con el reiterado y nunca desmerecido homenaje al amigo Oso, el Dr. Lomo, el entrañable Manu Monge que seguramente nos vigila con una garimba en la mano, por medio de “Leave The Place”, grandiosa melodía que grabara hace seis años Lomoken Hoboken, y que, con electrizante solo de Aritza incluido, nos sitúa en el desierto, en la campiña, en el litoral, en las riberas o desembocaduras, en cumbres o metrópolis y que a partir de este instante cobra un sentido especial.
