Sábado 1 de junio de 2024 en Sala Santana 27, Bilbao

Pues sí. El mejor comienzo para relatar la enérgica noche de Rock ‘n’ Roll experimentada en la bilbaína Sala Santana 27 no podría ser otro que el extraordinario llenazo registrado. Aforo completo. Sold out. Para todas las partes implicadas en su organización, un éxito total y para sus incondicionales, una divina locura. Una curiosa sensación de sofoco, vértigo, agitación y plácida claustrofobia que aquellas personas reticentes a este tipo de confluencias encuentra inexplicable, pero que la familia rockera glorifica hasta la extenuación. Y eso, la extenuación, posiblemente sería el sentimiento de mayor consecuencia la noche de autos porque los dos oficiantes, o sea, The Peawees y The Hellacopters se emplearon a fondo dejando exhausto al personal congregado que, reiteramos, acudió en masa a la última gala de la gira conjunta organizada por el equipo de Noise On Tour. Exitosa gira, por cierto, ya que Bilbao no fue la única convocatoria que disfrutara de tal afluencia. Los guarismos han sido similares en las plazas establecidas, rozando o alcanzando el límite de capacidad de los recintos que, en nuestro caso, nos obligaría, salvo un leve instante dedicado al repostaje que no fue tan leve debido a la multitud, a permanecer casi todo el tiempo en la misma esquina de observación. Ahora, pudimos comprobar que había un totum revolutum de procedencias, idiomas incluso edades, lo cual desmonta muchas teorías y algunas frivolidades.

Desde los minutos previos a la apertura de puertas presentimos que iba a ser una noche especial, puesto que la hilera de gente acumulaba paulatinamente nuevas unidades y desde nuestra posición resultaba complicado ver el final cuando estábamos a punto de entrar. Una vez cruzado el umbral, la marabunta se iba posicionando y tras unos minutos de saludos, chácharas y nervios, arranca el show con los italianos The Peawees que concurren entre la humeante penumbra rojiza con “Road To Rock ‘n’ Roll”, perfecta toma de contacto que provoca histerismo y síncopes en unas primeras filas compuestas por bastantes fieles que se harían notar durante su intervención. Exigua, si nos ceñimos a los asombrados semblantes de varias de esas personas a quienes no negaremos razones para esa impresión, porque la actuación medió cual epé. Como un suspiro. Fructífero, grato y animado porque exprimieron el reloj con su optimista y comunicativo Rock ‘n’ Roll, pero al fin y al cabo un tanto limitado para una banda que demostraría garra y talante con canciones que transmiten buen rollo como “Christine” en la que Hervé Peroncini requería palmas. Con estallidos como “Wild About You” donde las guitarras del anterior y Dario Persi condensaban atenciones y palmas también; con exclamaciones como “By My Side” que sustituía palmas por ‘camones’ (come on) punkarras al unísono mientras Fabio Clemente retaba a la asistencia meneando el bajo a diestro y siniestro, o la pegadiza “Bleeding For You” que en apenas tres minutos recogía palmas, coros, actitud, guitarras, potenciales bailes en centímetros cuadrados y el ritmo atronador de Tommy González en platos y tambores. Culminarían con las reminiscencias setenteras de “Food For My Soul” que, evidentemente, transformaron el lugar en un viejo y colorista guateque donde nadie quería dejar de menear el bullate. ¿Se hizo corto? Sí. ¿Fue provechoso? También.

Llega el momento de cambio de backline. Llega el momento del refrigerio, de furtivas retiradas y necesarias treguas que sirven para intercambiar pareceres o para otear el horizonte en búsqueda de una posición más benévola para seguir el directo de los nórdicos, pero va a ser que no. Ni se intenta. No era el día apropiado para osadías. Además, no estábamos tan mal situados en el flanco izquierdo, lugar habitualmente utilizado como estratégico y que en la Sala Santana guarda especial importancia dada su orientación y la posibilidad de oxigenarse unos minutos si fuera menester. Desaparece el sonido ambiente, la iluminación rojiza preside de nuevo un escenario sobre el que planean helicópteros que se van acercando, se adivinan las sombras de los señores Andersson, de Borst, Lindström, Eriksson y Valeta, se intuye un one, two, three, four, el fuerte estallido “Action De Grace” revoluciona el ambiente y se sienten muestras de fervor cuando los dos guitarristas acometen los primeros movimientos sincronizados de lumbares y caderas. Una auténtica demostración de entrega y contorsionismo que encendería aún más los ánimos de una gente ávida de High Energy y dinámico Rock ‘n’ Roll que sería la tónica de un concierto en el que pudimos escuchar y corear canciones que, de alguna manera, han pasado de pantalla para convertirse en clásicos. Canciones como “The Devil Stole The Beat From The Lord” que aceleran el ritmo cardiaco, están incrustadas en la mollera o nos han acompañado en el camino. Clásicos como “Carry Me Home” que te pone de inmediato las pilas e insta a seguir con todos los sentidos aconsejando, a su vez, no practicar las mismas coreografías de Nick Royale y LG Valeta, pues tu oxidada espina dorsal podría sufrir un serio percance.

Sobre la ausencia del carismático Dregen se ha hablado hasta la saciedad y nosotros mismos lo hicimos en las previas al tour, así que no estiraremos más la cuerda no vaya a ser que casque. Ahora, su sustituto, aunque la faena pueda ser una faena (valga la redundancia), se comportó como un verdadero Copter y demostró personalidad. Bien es cierto que LG Valeta conocía el percal porque ha sido requerido para el mismo cometido con anterioridad, pero el guitarrista de los barceloneses ‘77 estuvo pletórico en todos los lances; en los solos, en los coros, en los duelos, en los refuerzos o en sus esfuerzos azuzando el gallinero. Reto conseguido. Había sido un inicio muy, pero que muy exigente, así que se toman un respiro para presentar “Stay With You”, el nuevo single que publicaban escasas semanas atrás. Bueno, en realidad el armisticio fue simplemente la introducción del señor Andersson, porque a continuación… La revolución. Los marfiles de Anders Lindström, que se mantendría cuasi apartado en el lateral del escenario sin lumbres que lucieran su figura durante el concierto, funcionan cual resorte catapultando al público y al resto de sus compañeros que proceden cual turbinas generando energía, generando fantasías y generando alegría. Están en forma, de eso no hay duda. Evidentemente, tenían de antemano ganado el pulso con la tropa, pero hay que demostrar a qué se debe tal respuesta. Pues esa repuesta se halla, por ejemplo, en auténticas pruebas de implicación colectiva como “Toys And Flavors”, “Venus In Force” o “Like No Other Man” que en un par de segundos son reconocidas y fuertemente ensalzadas con gargantas y puños en alto.

Entre la euforia del respetable, entre el ritmo frenético impuesto por los Copters, entre la pujante actividad y la maravillosa “Rainy Days Revisited” que nos transportó mentalmente en tiempo y espacio, estábamos disfrutando una barbaridad. De cuando en cuando, como en el caso de “You Are Nothin’”, nos recreábamos con el precioso Thunderbird que Dolph de Borst esgrimía con soltura y elegancia mientras, en la retaguardia, saltaban chispas en cada aporreo de Robert Eriksson en unos timbales y cimbales que deben pedir la baja por estrés después de tanta intensidad. Probablemente intensidad sea, junto a extenuación que habíamos apuntado al principio, otra buena síntesis o definición del recital de estos tíos que no conceden un segundo a la relajación. Unos tíos que imprimen velocidad en una multitudinaria “Eyes Of Oblivion” que, iniciada con el popular Gong del señor Eriksson, tantearía los pulmones del auditorio y obligaría a los guitarristas una vez más a efectuar el efecto espejo con sus respectivos mástiles. Unos tíos que te sugestionan con el glamour de “Everything’s On T.V.”, te enganchan con el espíritu libre y punkarra de “Soulseller” que inspecciona los cuellos del personal o se despiden por todo lo alto con “By The Grace Of God”. Pero la gente no se rinde. La gente pide más. ¿Queréis más…? No se hable más. Y lanzan un órdago con cuatro cartas ganadoras, con “Hopeless Case Of A Kid In Denial” que evidenciaría la extraordinaria competencia de viejas canciones que siguen mostrando la frescura de antaño, con la majestuosa conexión británica “I’m In The Band”, con uno de sus últimos pelotazos, “Reap A Hurricane”, y uno de sus primeros éxitos, “(Gotta Get Some Action) Now!” que acabaría, como usted puede imaginar, con oleadas de brazos en alto, con brincos y aullidos, con los chicos por los suelos y las huestes por las nubes, con alegría descontrolada y la sensación de haber vivido (o revivido) una enérgica experiencia con los Hellacopters. Apoteósico.
