El pasado jueves era uno de esos típicos días apodados juernes, puesto que en Bilbao y alrededores había, aparte de juerga asegurada en tascas y tabernas, opciones culturales en todos los rincones y para todos los paladares entre obras de teatro, exposiciones o una suculenta oferta de conciertos musicales. Un buen surtido de rock and roll, propuestas underground, otras más folklóricas, algo de metal, jazz y por supuesto, blues. Seguramente habríamos disfrutado en varias de esas congruencias y de hecho nuestra intención era intentar meter el morro en un par de ellas, pero dejémoslo en que lamentablemente no pudo ser. Ahora, que no falte el blues. La vida es blues y una buena ración de blues siempre será bienvenida, de la misma manera que asistir a una sesión acústica del señor Gonzalo Portugal es una absoluta delicia. No sabríamos especificar cuántas tenemos anotadas en nuestra agenda particular, pero podríamos afirmar que nunca serán suficientes y si en breve se presentara otra oportunidad, intentaríamos repetir porque el mozo tiene mojo, demuestra pasión, transporta con sus acertadas adaptaciones de clásicos y conoce los secretos de los doce compases.

Al atardecer inauguraba un nuevo ciclo que se extiende al primer semestre en un emblemático edificio del popular barrio Bilbao la Vieja, el BBK Kuna, en el que habrá conferencias divulgativas, tertulias y varias actuaciones de músicos del entorno. En su momento ofrecimos una serie de pistas sobre ambas cuestiones, sobre el reformado edificio y esta nueva sugerencia emprendida por experimentadas (en varios sectores) organizaciones como Emankor Sarea y Noise On Tour, así que nos centraremos en el verdadero protagonista, Gonzalo. Un tipo especial, un tipo esencial en la escena bilbotarra, un tipo curtido en mil batallas que en estos ambientes más íntimos y reservados descubre la efusividad del bluesman que lleva dentro. Y decimos reservados en cuanto a la capacidad, ya que hablamos de espacios más reducidos. Sin embargo, espacios en los que se percibe mejor la conexión entre artista y público, espacios en los que las leyendas no se entienden como fábulas y las anécdotas sobre fundamentos o mitos se aplauden tanto como el ímpetu de un slide seductor, una de las grandes virtudes, y eso que son muchas, del rubio de Barakaldo.

Y aunque otra de sus virtudes se encuentre en su propio material que nunca nos cansaremos en recomendar (en esta era digital y tal, las dudas se resuelven en un santiamén), estas funciones las dedica a muchos bluesmen incluidos en el portafolios colocado en el atril que le acompaña. Una extensa relación necesitada de un escrito equivalente a la categoría del repertorio, pero no vamos a estirar demasiado la cuerda. Quizás sería inapropiado detallar el setlist utilizado porque varias veces hemos indicado tanto canciones como autores a los que generalmente tributa, así que por esta vez dejaremos la puerta entreabierta esperando que alguien la cruce porque el cruce de caminos está asegurado. Ese alguien comprobará las extraordinarias cuerdas vocales de Gonzalo y su absoluto dominio con las seis de la guitarra así como la soltura adquirida a todos los niveles debido, evidentemente, a su compromiso, empeño y constante búsqueda de la perfección. Hábil con una guitarra a la que acaricia del mismo modo que trata con vehemencia, astuto con una voz que a ratos reclama y en otros insinúa logrando la ovación y las muestras de felicidad del personal. ¿Sucedería el día de autos? No lo dude ni por un instante. Es algo que debería usted comprobar en primera persona porque el blues, el endiablado y angelical blues, goza de un extraordinario futuro con gente como el señor Portugal. Un ligero apunte sobre algunos síntomas experimentados o sensaciones compartidas con las personas que respondieron a la llamada. En estos tiempos de grupos de mindfulness, libros de auto ayuda o sesiones de psicoterapia, consejos de los sesenta: “I Shall Be Released” del señor Zimmerman. Otra gran actuación de Gonzalo Portugal.