Viernes 10 de noviembre de 2023 en Sala Azkena, Bilbao
Desde el ya lejano 2014 se nos resistía una banda gaditana que sigue fiel a sus principios y sus inicios como formación, puesto que sus cuatro componentes permanecen inamovibles desde que sus caminos coincidieron en alguna encrucijada u otro punto de encuentro, pero al fin pudimos acudir a una de sus funciones y la verdad, podemos verificar la fama que les precede. Como nos habían soplado estos años quienes habían tenido la oportunidad, como se relataba en las informaciones leídas o como imaginábamos después de escuchar sus tiradas o ver diferentes videos de actuaciones tanto por aquí como por allí, ocurrió. Porque han traspasado fronteras, que ni mucho menos es cuestión baladí. Es, por supuesto, algo a tener en cuenta ya que estamos ante un conjunto absolutamente fiable en las distancias cortas, ante un conjunto que ha conseguido la aquiescencia del público teniendo en cuenta además, y como señalarían en el transcurso del show, que carecen de hadas madrinas o padrinos, así que todo la responsabilidad que conlleva esta (pre)ocupación recae en sus espaldas. Un conjunto que, visto lo visto, y esta vez en primera persona, debe continuar con su cometido, que no es otro que escribir canciones, grabar discos y subir a cuantos escenarios sea posible difundiendo el mensaje del rock n’ roll. Acelerado o penetrante y, si bien en su cuaderno de bitácora tengan cabida diferentes alternativas, con cierta tendencia hacia derroteros hard rockeros, pero en definitiva rock n’ roll. Rock recio, rock dúctil, iconoclasta y febril.
Eso sentimos en la Sala Azkena el viernes pasado y así nos sentimos todavía. Con la resaca de un viernes febril de programaciones a tutiplén y todo tipo de actividades culturales a realizar. Un sinvivir, oiga. En todas direcciones y en todos los sentidos, extenuación total, y nosotros no íbamos a ser menos porque todo sucedió en un pispás, lo cual no va en detrimento de los oficiantes. Nada más lejos de la realidad. A toda pastilla, sí, y la gente lo agradeció. La gente gozó. La gente absorbía la energía cinética transformada en eólica cuando los brazos originaban potentes ráfagas en función del ímpetu del propio rumbo, en eléctrica (“Get Electrified!” quizás sea el ejemplo más palpable o acaso el más facilón como símil) o una energía gravitatoria aplicable en los momentos tenues, porque en su repertorio hay cabida para los arrumacos como el caso de una romántica “What’s Going On” donde Jaime Moreno embelesaría a la audiencia con sus agudos gemidos y sus soberbias cuerdas vocales. En su repertorio hay tiempo para la pausa y la ternura como el experimentado durante la bárbara “Fireworks” cuasi enlazada con una “Rusty” de métrica equivalente, escalofriante y semejante eficacia; en ambos casos Nando Perfumo demostraría sus credenciales con dos arrebatadores solos. O tiempo para la benevolencia encarnada en “Eagles Fly Solo”, interpretada en el conjunto final de bises previo al inmaculado broche final con la gente encendida, con el personal entregado a un medley de campanillas: “Whole Lotta Love”, “Rock And Roll” y “Communication Breakdown” del tirón, sin demasiadas ostentaciones y absoluto rendimiento a los grandes iconos. No hace falta dar más detalles, ¿no? Si hasta ese instante final los tíos se habían vaciado en cada uno de los fragmentos, el cierre fue absolutamente espectacular con estos tres célebres trallazos.
Pese a que éramos fervientes defensores y habituales seguidores a las citas del extinto Villa de Bilbao, concurso que nos ha proporcionado grandes satisfacciones y grandes descubrimientos, alguna semifinal se nos ha escapado, siendo The Electric Alley uno de los nombres que lamentablemente figuraba en ese saco accidental. Alguna otra visita por las inmediaciones tenían anotada en su agenda como por ejemplo al Areatza Blues Festival, pero por esas inexplicables razones que no tienen explicación, nos ocurriría algo parecido al punto anterior. Ahora, les seguíamos la pista desde la distancia incluso desde el anonimato esperando a que llegara el día, y el día llegó. Desde el primer acorde se metieron al público en el bolsillo, siendo “Apache” la elegida para abrir una función que seguiría el guion establecido en el último elepé en sus primeras cinco posiciones hasta que llegó el turno de “Last Letter” del anterior ”Get Electrified!” del que se acordarían unas cuantas veces así como viejo material (si cinco años lo podemos considerar como tal) tipo “Thunderbird Or Vulture” con diálogo a doce cuerdas incluido, primerizas como “Up In Flames”, frenética e intensa con un poseído Sergio Reyes librando batallas con lumbres y tinieblas o la espléndida y vitoreada versión de “Cowboy Song” que al igual que el medley final, ni hará falta mencionar a sus autores, ¿no? Desde luego, Jaime Moreno es un cantante de grandes registros, Nando Perfumo es un guitarrista de gran capacidad y grandes recursos en los momentos álgidos, Sergio Reyes es una fiera con las cuatro cuerdas y Rafa G. Benítez es puro groove con las baquetas como así demostraría en la atronadora introducción vía “No Control” que abriría la caja de los truenos en el tramo final ya aludido, en el tramo final en el que había feligreses que confirmaron su fe, impíos convertidos y unos cuantos novicios que hemos percibido la luz. Tardamos nueve años y sí, quizás sea imperdonable, pero ya estamos restituidos. Se emplearon a fondo los gaditanos en el botxo y la peña disfrutó con The Electric Alley.




