El músico barcelonés Marc Rockenberg, conocido por ocuparse de las baquetas de unos Fuzz Forward que por cierto, tienen listo en la rampa de lanzamiento su nuevo álbum, acaba de estrenar un nuevo opúsculo de conductas y ensueños llamado “Wounded Animals”. En su currículum también se pueden encontrar nombres como Valiumbitch o The Easy Wind Company, pero en estos casos seguramente hablemos de conjuntos que permanecen en una discreta y a la vez venturosa escena local que ha sido testigo del apetito artístico y crecimiento del caballero. Un tipo inquieto, sin duda. Un tipo activo y capacitado. En el terreno musical, polifacético, ya que en su cabeza cohabita un ilimitado mundo de naturalezas, condiciones o modalidades mientras por sus manos desfila variado utillaje. O sea, maneja con soltura múltiples instrumentos, cosa que, al igual que en anteriores entregas de esta fantasía individual con tres años de vida, ha vuelto a suceder. De momento había editado en tan corto espacio de tiempo dos epés y otros tantos elepés, lo que viene a demostrar su elevado potencial a la hora de componer y, por supuesto, la posibilidad de contar con el respaldo de alguna disquera, cosa que sucede con Producciones Acaraperro, firma que apadrina su tercera tentativa.
Y como venía haciendo o mejor dicho, como venía amparando al abrigo de su seudónimo en trabajos precedentes, lejos de someterse a juicios inadecuados y desprovisto de ataduras o hipotéticos corsés, adopta con toda naturalidad su perfil más introspectivo, romántico o distendido, sin que ello implique que sus canciones disminuyan en cuanto a intensidad. Su compromiso con el rock o consigo mismo sigue intacto, y en el transcurso del álbum son ostensibles la cantidad de estándares que maneja con audacia y confianza, lo cual permite intuir su vasto horizonte creativo. Más allá de nombres recurrentes o presentidas conjeturas sobre afinidades, el señor Rockenberg demuestra un fino sentido para la composición amplificado aún más en el estudio de grabación, donde, como ya hemos reflejado, se encarga de todo tipo de cuerdas, percusiones, teclados o armónica incorporando nuevos cálculos, diferentes ajustes, remiendos y remates con los que pueda alcanzar la atmósfera deseada. En su conjunto podemos encontrar, o cuanto menos intuir, ese efecto, pues en las diez piezas que componen esta entrega la simbiosis de elementos resulta tan convincente como valiosa dada la evasión mental producida por las impresionantes acústicas de “The Longest Time”, por ejemplo, en las húmedas cavidades de “Almost Alright” o desde el creciente “Million Times” que concibe una serie de transmisiones anímicas de cierta oscilación entre el norte y sur, entre el sol y la luna, entre la compañía y la soledad o entre el yin y yang.
Y ahí, en torno a un idílico entorno de métricas y líricas se aglutinan los capítulos de un equilibrado “Wounded Animals” que condensa delicadeza y conmoción a partes iguales. La crepuscular “All The Wrong Reasons” podría ser un buen arquetipo de este último sentimiento mientras la primera alusión podría recaer perfectamente en “Down The Line”, un refinado encuentro de símbolos y eufonías que presiona de tal manera que complicado sería evitar no echar la vista atrás, revisar el camino recorrido o ceder ante la magnitud de unos ecos circundantes que maniatan el alma tanto como una afligida y querellante guitarra. Aunque bien mirado, los efectos del peyote musical continúan en el interludio instrumental “María” y en la profundamente estremecedora “Down N’ Blue” cuajada de vínculos, cordajes y silbidos que certifican la riqueza del inmenso manantial donde hay instaladas otra cantidad similar de fuentes de inspiración. ¿Será el rock ese manantial? ¿Será alguna de sus estrellas es inspiración? ¿Será la vida? ¿La gente quizás? ¿Serán las estrellas, o acaso algunos espacios? Tal vez “Reach For The Sky” podría aclarar ciertas dudas acerca de motivaciones o consideraciones, pues su acento es sintomático y hasta podría resultar cuasi tan inequívoco como la génesis de “Back Home”, evocación que lograría situarnos en décadas pasadas que si bien ya están recorridas, disfrutan de tanta lozanía como “Dive Down”. La conclusión. El calor de una chimenea nocturna o el regazo de un hombro amigo. El escrutinio interior, la constante migración artístico-conceptual que es, en definitiva, el territorio por donde se mueve Marc Rockenberg con sus “Wounded Animals”.
