La vida es una caja de sorpresas, un tren de ida y vuelta que atraviesa por inhóspitos parajes, sufre vendavales o disfruta soleados días. Una gigantesca noria llena de sobresaltos y, por supuesto, sensaciones encontradas por el simple hecho de subir o bajar, observar por unos minutos el amplio horizonte desde exclusivas atalayas o descender hacia lo incierto. La vida, o para ser más precisos, sus efectos o connotaciones, sus riesgos, sus confianzas y confusiones, sus incongruencias y sus nostalgias son parte de la personalidad descriptiva y musical de tres tipos de similitudes artísticas y semejantes complexiones físicas que en cierta manera nos tienen pillaos. Aún se nos resiste uno de ellos, pero cuando tengamos la oportunidad… Poco vacilaremos y a la mínima ocasión, lo intentaremos. No obstante los dos restantes han sido catados en distintos momentos, en auditorios colmados, en concurridas plazas y aplaudidas audiciones, siendo uno de ellos el señor Israel Nash que días atrás publicaba uno de sus habituados tratados llamado “Ozarker”, y sobre el otro par… Adivinar sus nombres no resultaría demasiado complicado.
Cuando saltó la noticia acerca del nuevo material que el amigo Nash tenía intención de publicar, una fuerza interior nos impulsaría a rescatar viejas anotaciones personales, porque había una serie de circunstancias comunes entre su, hasta ese instante última obra y “Ozarker”, que evidentemente relegaría a “Topaz” a la penúltima posición. Tanto uno como otro eran anunciados como discos o novedades que serían presentadas por fases y el anterior lo fue, ya que comenzaría siendo un epé que crecería hasta convertirse en elepé. Ahora, “Ozarker” es otro concepto, una nueva noción o nueva táctica puesto que en un principio sería el primero de cuatro discos (más “MOODS”, “Colorwheels” y “Sweetheart Of The Rodeo”) que se publicarían y sucederían en los próximos meses. Cuatro discos grabados en el estudio de su propiedad Plum Creek Sound, resultando una idea tan arriesgada como inhabitual, si bien es cierto que hay un compositor que ha realizado una heroicidad de estas características y nos tiene también atrapados en su tela de araña desde hace unos años: el señor Adams.
El álbum, tal y como declararía el propio Nash, es un sumario de vivencias, historias y vicisitudes del individuo que en cierta manera capitalizan su praxis creativa obviamente, en el terreno gramatical, mientras las algarabías y melodías que invaden su mente provienen de las extensas y plácidas praderas de su entorno, de las confluencias del soberano rock and roll o las difusiones del psicodélico Laurel Canyon, de ambientes folklóricos, humeantes tabernas de la ponderada ruta americana o urbes donde irrumpen movimientos vanguardistas y sobre todo, de Orzak, su pueblo natal sito en Missouri. De ahí “Ozarker”, el título elegido para este nuevo disco que comienza con la sensualidad melódica de “Can’t Stop” y concluye con una realista y fecunda “Shadowland” que contrasta la catástrofe vivida y sufrida por la adicción a la droga de la sociedad en general con la dependencia del abrigo familiar. Una observación o peculiar correlación de ideas estableciendo una serie de pautas que, si bien mantienen rasgos atribuibles al caballero, amplían un radio de acción que dicho sea de paso, nos suscita interés. Bueno, en ese aspecto nunca nos ha fallado el bueno de Israel, ya que en cada una de sus entregas hemos podido despejar alguna incógnita o descubierto originales cortometrajes. Una de las grandes virtudes de su música, pues en ese aspecto es completamente visual.
Como buen oriundo de un territorio presbiteriano, la carga narrativa tiene también un papel fundamental en sus composiciones. Seguramente siendo un niño escucharía historias y hasta sermones de algún predicador que de alguna manera han ido formando su condición creativa o sus descriptivos análisis sobre la naturaleza humana. Ahí está, por ejemplo “Lost In America”, delicada canción que narra la experiencia, las desavenencias y las introspecciones padecidas por un veterano de guerra que diariamente se enfrenta a su pasado cuestionándose la soberanía del hombre. Por otra parte los protagonistas de los diez relatos del álbum son reales; unos forman parte de su círculo más cercano, otros derivan de confidencias escuchadas y otros, gente cuya mayor esperanza es simplemente vivir compartiendo sus frustraciones o esperanzas tal y como describe en “Ozarker”. La raíz, el principio, la pieza central. Sus ancestros. Aquí dedica unos versos a sus mayores canalizando todo tipo de agradecimientos a través de eufonías y progresiones, a través de distinciones y armonías asistido por un elegante conjunto de artistas convertido en orfeón coral, otra de las grandes particularidades del disco. Su eficacia y resolución. Se podría decir que “Going Back” o “Midnight Hour” se aproximan a la costa atlántica dado el titánico carácter de ambas construcciones mientras “Pieces” o “Firedance” son dos inspiradores desahogos que descubren la magnitud de riscos y acantilados del litoral pacífico. Un simposium de acústicas, atributos, compases y modales. Una excelente declaración de amor y por supuesto, una Torre de Babel de preguntas, composturas, rompecabezas y preocupaciones. El universo del señor Nash.
