Viernes 13 de octubre de 2023 en Sala Azkena, Bilbao

Los King Sapo visitaban una vez más el botxo y, como somos gente de hábitos, costumbres y hasta manías en según que materias, nos dirigimos una vez más (valga la reiteración) a seguir una de sus liturgias en la sala Azkena. Y recalcamos una vez más porque con la salvedad de la celebrada en el Baserri Antzokia de Derio, aunque estuviera organizada por mismo equipo en aquella lúgubre temporada de suspicacias, susceptibilidades y subjetividades, los chicos no han faltado a su cita en la céntrica sala bilbaína que por cierto, les ha recibido en un periodo de tiempo que rondaba estas fechas. Un ritual, como bien dice una de sus canciones que por supuesto, atronó días atrás ante rostros asombrados, habituales semblantes y hasta alguna que otra cara nueva. Siempre habrá, ya sea debido a consejos recibidos, por coincidencias o por un metódico trabajo de espionaje, gente nueva en funciones del pelo. Nuestro caso, opuesto de pleno, pero esta vez sería diferente porque el puesto de baterista había sufrido un cambio a comienzos de año, algo que supondría un duro revés para la banda y un bajón para la afición, ya que el señor Planelles es, aparte de un tipo querido, un baterista identificado con la banda desde su anterior consorcio.

Se presentaba así una difícil situación cuyo mayor trastorno no era una simple sustitución, pero se pudo solventar. Mientras continúan en la formación el cantante Jesús Trujillo, el guitarrista Andrés Duende y el bajista José Alberto Solís, el bizkaino Ramiro Unceta es quien se sienta en la retaguardia al mando de los tambores y, visto lo visto, buena elección. Un nuevo socio que brilló a pesar de permanecer durante el show prácticamente en penumbra, y conste que no es una pataleta ni pretende ser una censura, ni mucho menos. Es un simple comentario siendo, de paso, una pequeña sugerencia sobre las bombillas. Por cierto, anotamos otra novedad. En este caso, unos teclados que utilizaría el señor Trujillo en diferentes fases de otra gran actuación del rey batracio en la que repasaron sus dos trabajos y adaptaron en el tramo final un “Trouble So Hard” que puso en pie a la audiencia. Bueno, de pie estábamos, pero se entiende, ¿no? Levantó aún más los ánimos de un personal que estaba disfrutando y había reconocido la entrega de los muchachos. ¿Hubo aplausos? Sí. ¿Hubo coros? Por supuesto, si bien en este aspecto hubo más reticencias en determinados instantes, pero los hubo. ¿Hubo parloteo? También, desgraciadamente también, pero eso es una batalla perdida. Punto y aparte.

Como en anteriores ocasiones, el cuarteto tuvo una intachable actitud y, salvo algunos nimios detalles, rayó a muy alto nivel repasando su vademécum de concienzudas composiciones en las que el estudio del comportamiento humano es, al menos para el que suscribe, una de sus más señaladas características. Si la cosa empieza, tras una psicodélica introducción de ecos, aromas y apariencias con una atronadora “Te sigo, te huelo” seguida del insistente ritmo de una “Desorden” en el que resaltaría el nuevo inquilino de la batería… Pues se puede usted imaginar la caldera en la que se estaba convirtiendo una sala que estaba rendida, y eso que habían transcurrido pocos minutos, ante la fuerza motriz de una banda capacitada para proporcionar todo tipo de emociones con sus historias de amor, sus mordaces misivas o sus estrictos estudios. No cejan en el empeño. No claudican en su pensamiento manteniendo el espíritu que algún día y en algún lugar les situó en las mismas coordenadas, ese que les impulsó a escribir “Insomnios” o a cantar a la revolución en esa anteriormente mencionada, “Fénix”. Sí, esa del ritual.

Canciones como ésta hay que sentirlas en vivo, deben ser coreadas por una audiencia liberada de ataduras, deben ser una razón de peso suficiente como para que este circo no desaparezca o para que la libertad sea real. Bien mirado, “Temporal” también libera endorfinas y funciona como cataplasma para cicatrizar heridas, tiene algo especial como “Insecto”, si bien aquí el vuelo es más directo (vale, robado de la letra) o para ser más precisos. Son más rotundos y todos las posiciones son perfectamente defendidas por cuatro guajes de gran calidad. Veamos. Ya hemos apuntado que Ramiro Unceta es un baterista que se ha integrado satisfactoriamente en la cooperativa, José Alberto Solís es puro nervio con el bajo, un tipo con olfato y talante, Jesús Trujillo es un cantante de finos registros y buena disposición en las distancias cortas, y Andrés Duende, un excelente guitarrista. Una debilidad quizás, pero no lo podemos evitar. Maneja con soltura diferentes técnicas, es un tipo intuitivo, domina los espacios y con garra azuza su customizada guitarra de la misma manera que la acaricia con delicadeza. “La realidad de ti” o “Sexo en Marte”, amiguetes, no diremos más. Bueno sí, en la presentación de la segunda la cortesía brilló por su ausencia. No obstante, a continuación el orfeón remedió el agravio auxiliando el excitante coro central de “Hablando con Árboles” mientras el amigo Andrés sometía con un slide auténticamente… IM PRE SIO NAN TE. Inmaculado. Todo concordaba para que fuera un cierre extraordinario. La concurrencia, la banda, el embrujo, los aplausos, el éxtasis colectivo y los mutuos agradecimientos. Sin embargo volverían tras un necesario minuto para coger oxígeno y se despedirían, además de la mencionada versión, con dos fetiches o himnos de la talla de “Libre” (canción que necesitaría un capítulo aparte) o un entregado y hasta reclamado “Afrodita Blues” que cerraría otra excitante noche de rock n’ roll a cargo de estos titanes. Si se acercan por su territorio, no dude un instante. ¡Será libre!