Ryan Bingham: “Watch Out For The Wolf” | GR76


Después de cuatro años sin noticias (salvo ocasionales sencillos) del señor Ryan Bingham, el pasado 11 de agosto presentaba “Watch Out For The Wolf”, séptima grabación que describiría como su aportación más introspectiva hasta la fecha, ya que “grabar este disco en soledad fue algo de otro mundo, espiritual y a veces aterrador”. Ayudado de un ordenador portátil con su correspondiente software de grabación, un teclado, un par de guitarras, una mandolina, un cargamento de cervezas y demás útiles válidos para la subsistencia en el silvestre Montana, ha facturado su primer trabajo íntegramente escrito, producido, interpretado y mezclado por él mismo. A medio camino entre la consideración de epé o elepé, el objeto en cuestión articula inusitadas figuras en las creaciones del songwriter de New Mexico, si bien es cierto que su inconfundible rúbrica está presente en las siete composiciones que conforman el disco.

Durante este proceso de aislamiento en antiguos territorios de los indios Blackfoot, experimentaría todo tipo de síncopes o avenencias así como un mayor conocimiento de sus límites, sus miedos o sus convicciones. Buen ejemplo de la sincronía con la tierra y los ecos producidos en las bastas llanuras de Montana, con el firmamento y las estrellas podría ser “Where My Wild Things Are”, la apertura este nuevo manual. Marca de la casa. No vamos a descubrir ahora la polivalencia creativa de un individuo que de alguna manera se ha desvinculado de la industria musical o se ha enfrentado a sus exigencias, llegando a fundar su propia compañía tras un despegue en el que algunas majors pugnaban por su contratación. Tal vez ese particular divorcio (una conjetura muy personal también) fuese uno de los motivos que le impulsaron a examinar su interior y a buscar nuevos desafíos que le ayudaron a encontrar nuevas dimensiones en plena naturaleza, en la libertad de una simple cabaña, en las horas de reflexión establecidas entre sus paredes y en la abstracción concedida por sus panorámicos paisajes.

Llegaron a considerarle, junto a otros camaradas de pareja dinámica, como uno de los enfant terribles de la última hornada de la corriente americana, y posteriormente el tío ha conseguido, al margen del mainstream, importantes logros debido a su incuestionable calidad. Y los sonidos terrestres o las invocaciones espirituales siguen presentes en “Shivers”, una consonancia de evidentes resplandores indígenas cuya antecesora, “Automated”, descubre traza místicas e insólitos confines. Las herencias folklóricas llegan con “River Of Love” aunque antes había vuelto la ayahuasca con la pieza instrumental “Internal Intermission” mientras “Devil Stole My Style” resulta un agudo conjunto de ancestrales compases, doce concretamente. Y la última del lote, “This Life”, es un extracto, una fusión de bases y métodos que podrían simbolizar una brújula creativa cuyo magnetismo ni mucho menos marca el norte aunque en este caso fuera así, porque tuvo que trasladarse el norte para reconciliarse con su espíritu. Como dice su amigo Terry Allen, “en ocasiones hay que ir al norte para llegar al sur”.

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