James Room & Weird Antiqua: “James Room & Weird Antiqua” | GravelRoad76


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El faro que nos guía el camino continúa en funcionamiento y esta vez nos acerca al misterioso universo de James Room, un atractivo mundo paralelo llamado Weird Antiqua. Un concepto, una idea. Una apuesta. Un nombre que aglutina banda y emociones, esperanzas, tormentos y fábulas introspectivas de cantina que cautivan y mantienen en un estado de ingravidez que requiere atención y demanda un análisis por nuestra parte. Tal vez lo repita hasta la saciedad, pero es la realidad. Las peleas del mainstream no son nuestras batallas, huimos de convencionalismos, de listas de éxito y números pomposos, traidores guarismos mercantiles que en ocasiones son necesarios, no cabe duda, pero… Hablemos de esperanza. Hablemos de pasos, de huellas. Hablemos de un tipo bohemio que comienza su aventura cuatro años atrás con el proyecto James Room & Angry Reed y el EP “Take One”… Pero esa es otra historia que tal vez abordemos, ¿quién sabe? Analicemos su figura, su fiereza, su finura. Reflexionemos sobre una propuesta emocional casi tántrica, donde encontramos sonoridades crudas y evocadoras con carácter capaces de derrumbar al más recio y animar al más timorato, porque si algo tiene la música de este bilbaíno es amplitud, como una rueda que gira, y gira, y gira, fluye y absorbe. (Este es su bandcamp) Imposible una única reproducción. Hipnotiza.

La hoja de ruta de este viaje consta de catorce etapas, historias que por separado tienen sentido y en conjunto completan una obra profunda y temperamental, como la voz del caballero. Lírica, armoniosa, sugerente. Como el sonido del viento, que nos da la bienvenida bajo la tenue luz del atardecer donde adivinamos unas botas de cowboy, un calado sombrero, una mecedora en el porche de una vieja cabaña de madera y una guitarra acompañada por una armónica que nos recuerdan los doce compases. Sí, hay blues en su interior, el aroma a bourbon está presente, hay polvo en el ambiente y su tratamiento fronterizo nos alerta, pero va más allá. Es “Deception”, la sensibilidad, la seducción. Una amalgama de sonidos que podrían encajar a la perfección en el panorama americano, no en vano “Jailed Lion”, el segundo corte, fue distinguida como la mejor composición original por el portal indi.com, donde los ritmos latinos sorprenden y estimulan al movimiento sostenido del contrabajo de Gabriel León, mientras es fácil que por tu mente se agolpen varias escenas cinematográficas en el ocaso de la canción, e inmediatamente vuelve a cautivar con el calor que desprende “Sometimes”, sonidos que brotan del alma, letras que provienen del corazón, voces que lloran en la soledad acompañadas por un Hammond vital. El abrigo de una canción desnuda, una bella oda sentimental que remueve con las súplicas del propio James e Iñigo López, perfecto acompañamiento vocal y encargado en esta aventura de percusiones varias y batería. Impactante.

Un trabajo a caballo entre ritmos tribales y viajes astrales, realizado entre Bilbao y Donostia, un vasto cruce de caminos donde subyacen muchas referencias que pueden resultar tan recurrentes como innecesarias y brilla la oscuridad. Estupendas composiciones como “Neverland (There Is A Clown)”, donde la añoranza está presente y el calor del abrazo es necesario, o el descorazonador contrabajo de “My Baby’s Gone” que continúa en “Ausencia”, la evasión instrumental preludio a una historieta en blanco y negro: “Weepin’ Willow”. Blues atormentado en “Same Old Jack”, donde el brillo de la guitarra de Aitor Zorriketa atrae, y exquisito enfoque narrativo en “Tin Box Man”, imprimiendo el carácter del tío Tom apoyado en un instigador megáfono. Las ricas armonías y trabajados arreglos son el producto de un disco demoledor donde el tiempo es una quimera (“Time Is Strange”) que hiere y el ritmo del corazón una constante (“Scars”) de principio a fin, con deslizantes slides y ritmos contundentes (Turn Left”), y compases de medianoche (“Magic Trick”) con los que no puedes sino sucumbir ante sus enormes registros vocales. Un chamán que se despide con el misticismo de “Light In The Mist”, una nana que arropa un trabajo homogéneo y sutil, donde los textos son música y la música tiernas historias de desconcierto, tesón, dolor y mucho amor. Un disco autoeditado, concienzudo y realizado aparte de los mencionados por Naiel Ibarrola a los mandos de Hammond y Rhodes, Pablo Almaraz en la armónica y Borja Muro percutiendo el Santoor. Pasos firmes, huellas imborrables. Carismático.

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